El Pucela pierde más que tres puntos ante el Betis en un encuentro en el que, además de no salirle absolutamente nada, se lesionaron Moyano y Joaquín

Foto: LaLiga
Se suele decir que la historia de las cosas no es cómo empieza sino cómo acaba. Pues bien, esto no se pudo aplicar en el partido ante el Real Betis. El Pucela vivió en el Benito Villamarín un arranque de pesadilla. Un gol encajado tras un penalti por mano, revisado por el árbitro en el VAR, -la pelota venía de un despeje del propio Óscar Plano en el área-, unido a la lesión muscular de Javi Moyano, ponían el encuentro a los de Sergio González cuesta abajo y sin frenos pese a que solo habían transcurrido diez minutos.
Por si esto fuera poco, William Carvalho, con una volea desde la media luna del área, doblaba la diferencia en el marcador en el minuto 19. Los blanquivioletas no se habían levantado del primer golpe y recibieron el segundo de manera casi consecutiva.
A partir de ahí, el equipo tuvo voluntad pero no encontraba el camino. No es que el Betis le arrollase en la primera parte. Lo más preocupante es que no le hizo falta. Los de Pellegrini, sin arriesgar el balón en zonas comprometidas, no pasaron apuros durante la primera mitad. Construir un proyecto desde la seriedad defensiva, de la que carecían desde hace un par de años los diferentes equipos verdiblancos a lo largo de las temporadas, parece ser la idea de ‘El Ingeniero’. Eso nos suena. Y mucho.
Mientras tanto, del lado visitante, sin la portería a cero no hay alegría. Y sin pólvora, tampoco. Un remate de Sergi Guardiola repelido por la defensa sevillana, y un par de centros de Nacho y Waldo desde los laterales, fue un bagaje ofensivo demasiado pobre. El único balón que llegó al corazón del área de Claudio Bravo lo remató Joaquín en una ocasión muy clara, pero en fuera de juego. Esa debía ser la idea: encontrar las carencias de la defensa contraria.
Revolución sin premio
Nada más arrancar la segunda mitad Sergio mandó un mensaje a navegantes. Tres cambios de una tacada. Dos en ataque, con la entrada de Hervías y Weissman por Plano y Waldo, y uno en el medio del campo, con Kike Pérez por Míchel. Si se quería luchar por rascar algo, el guion pedía un par de cambios atrevidos a todo o nada.
Las permutas mejoraron el caudal ofensivo del Pucela. Waissman marcó, en fuera de juego, y Orellana probó a Bravo, que se lució con una gran palomita. Al final, no se consiguió el gol para meterse de lleno en el partido. Por si fuera poco, Joaquín tuvo que abandonar el campo también por una lesión muscular. El dicho no se cumplió y el inicio marcó el final. El Pucela se marchó de Sevilla mucho peor de lo que llegó.