El serbio hizo disfrutar del carril derecho a la afición del Real Valladolid gracias a su asociación con Ebert, otro gran conocido por el público blanquivioleta

Hubo una temporada en la que el Real Valladolid contaba con una de las bandas derechas más temidas de la Primera División. El ‘carril revelación’, se podría llamar, formado por dos futbolistas provenientes de Alemania sin un gran cartel, pero que dejaron huella en el club blanquivioleta.
Era la campaña 2012/13, con Miroslav Djukic en el banquillo, y en la que el Pucela partía con el cartel del equipo más débil del campeonato. Nada más lejos de la realidad. El extremo derecho era Patrick Ebert, del que ya conocemos su recorrido gracias a esta serie de artículos en Blanquivioletas. Su acompañante en ese lateral, aunque quizá se debería decir que ‘Ebi’ lo acompañaba a él, fue Antonio Rukavina.
El serbio recaló en Valladolid proveniente de un segunda alemán, el TSV Múnich 1860, en el mercado veraniego previo al inicio de una nueva aventura en la máxima competición del fútbol español tras dos años del Pucela en Segunda. Su fichaje, como unos cuantos de aquella temporada, generaron muchas dudas antes de arrancar el curso.
Seguramente, el mayor motivo fuera el desconocimiento sobre sus capacidades. Esas de las que sí era consciente Djukic, que conocía su potencial, y recomendó su contratación. Desde el primer momento que los aficionados vieron a Rukavina desenvolverse sobre el terreno de juego, –y su asociación con Ebert–, olvidaron cualquier duda que tuviesen. Casi nada podía salir mal con esos dos. Al menos, por esa banda.
El tándem serbio-alemán ofreció a su entrenador una gran abanico de posibilidades ofensivas, entre las que la profundidad en ataque y la amplitud del campo constituían sus dos mayores virtudes. El tiempo demostró que la decisión de contratarlos fue uno de los mejores movimientos del club en términos de fichajes: hay que recordar que el coste invertido en ambos fue de cero euros. En dos años jugó en 71 de los 76 partidos posibles que conforman dos campañas en Primera, con dos goles y tres asistencias.
Su destino, el submarino amarillo
Su salida del Real Valladolid, sin ser traumática como la de Ebert, no fue por la puerta grande. Una cláusula en su contrato le permitía abandonar la disciplina blanquivioleta en caso de descenso, que fue lo que acabó sucediendo al finalizar la temporada 2013/14. Así pues, Rukavina se marchó al Villarreal, en el que estuvo casi cuatro años. Jugó 99 partidos entre Liga, Copa del Rey y Europa League y se ganó el apodo de ‘el hombre tranquilo’. No consiguió el papel de indiscutible en su demarcación, ni mucho menos, pero siempre rindió.
En la actualidad milita en el FC Astana kazajo, en el que este verano cumplirá dos años desde que aterrizó. Con él ha podido disputar la máxima competición europea, si bien es cierto que no pudo superar la previa, y la Europa League. Además, ha ganado dos ligas domésticas. Con 36 años, el serbio sigue disfrutando del fútbol, aunque nunca a un nivel tan alto como lo hizo en Valladolid. Sobre todo, en su primera temporada, donde la UEFA lo nombró jugador revelación, –junto a Varane y Koke, entre otros–, de la por aquella entonces Liga BBVA. ¿Saben quién fue el otro futbolista del Pucela en aquella lista? Sí, su acompañante alemán en el lateral derecho.