El gol del Valencia en el 94′, obra de Manu Vallejo, impide que los blanquivioletas consigan tres puntos de oro para despedir el año
Una historia que ya hemos vivido. Suelen cambiar los protagonistas, y en algunas ocasiones, el escenario. Un constante ‘deja vù’ que se repitió de nuevo en los instantes finales en el estadio José Zorrilla. No fueron ni minutos: ya eran segundos los que faltaban para terminar el partido esta vez.
Al Real Valladolid se le escapó una victoria que tenía en la mano y que mereció ante un Valencia desnortado, que cualquiera hubiera dicho que está entre los mejores dieciséis equipos de la Champions. Parte de culpa de que no lo pareciera recae en los chicos de Sergio González, que recobraron el pulso tras la derrota ante el Getafe, y trataron de despedir el año con una alegría. No pudo ser.
Y es que el Pucela volvió a su mejor versión desde el inicio: equilibrado, sólido en defensa y con una frescura olvidada en ataque pese a los problemas que sigue arrastrando de cara a gol. Quizá el centro del campo, formado por Fede San Emeterio y Joaquín, es la clave de lo que se vio sobre el verde. Porque entre medias del temporal, la intensidad y el fútbol los pusieron los locales.
Pese a las luces de los flashes de muchos aficionados en las gradas, el apagón se producía nada más llegar al borde del área che. Ahí los jugadores blanquivioletas se quedaban como el tiempo: congelados. Si no era un control que se iba largo, era un mal pase que no llegaba al destinatario adecuado. Cuando parecía que el disparo iba a llegar, nunca lo hacía. Y cuando sí se conseguía chutar, Jaume Doménech aparecía felino. Gracias a él, los de Celades llegaron al final con opciones de sacar algo positivo.
Aún así, el número de jugadas ofensivas creadas respecto a otros encuentros fue mayor. Pero el resultado seguía siendo el mismo. Casi seis partidos sin marcar son una losa para cualquiera y eso se notó. Aunque si algo ha demostrado el Pucela en los últimos tiempos es constancia. Y el cero en su marcador se rompió, por fin.
Diez minutos de infarto
Como no podía ser de otra manera, tuvo que ser con incertidumbre. Sergi Guardiola, suplente, marcó de falta directa para terminar con su sequía goleadora y con la del equipo. Pizarro Gómez concedió el gol tras la validación del VAR. A partir de ahí, todo se aceleró. El Valencia, desesperado por rescatar un punto, se volcó buscando la portería de Masip, se descubrió atrás y el Real Valladolid no aprovechó para meter el segundo. Ese fue su gran debe.
Ese y el cambio de Anuar por Toni Villa que salió al revés: no hay jugada más clara que ver cómo el marroquí retrasaba un balón con el 1-0 cuando estaba delante de la portería rival. ¿Dónde hubiera ido esa pelota con Toni? Nunca lo sabremos.
El final ya lo conocen todos. Manu Vallejo cazó un centro raso que se hizo eterno. Se recorrió todo el área local y el público presente intuyó cómo y dónde iba a acabar. Porque uno igual se vio minutos antes. Un punto amargo que bien pudo ser algo más. El Real Valladolid vuelve a tropezar con la misma piedra, pero este sí es el Pucela por el que muchos tropezarían una y otra vez.