El equipo blanquivioleta nunca perdió la cara al encuentro, ni siquiera cuando se vio por debajo, y resistió las embestidas merengues hasta rescatar un punto cuando todo parecía perdido

Como cuando se sube a un avión y los trabajadores de la aerolínea explican qué hacer en caso de turbulencias. En este caso, el avión era el Santiago Bernabéu y las turbulencias el Real Madrid y sus jugadores de tremenda calidad. El azafato fue Sergio González y sus pasajeros, los futbolistas del Real Valladolid .
Las instrucciones eran claras, sin diferir mucho de la puesta en escena que se había visto en otros grandes escenarios, pero llevadas al máximo exponente: orden y repliegue medio-bajo sin perder la compostura. Aceptar que en este caso eres inferior a tu rival y crecer a partir de ello, siendo consciente de tus virtudes y de que, en noventa minutos, tu momento llegará.
Las directrices funcionaron hasta el final y tuvieron premio. El Real Valladolid cerró pasillos interiores, dejó que los merengues manejasen la posesión y confió en que Ünal y Sergi Guardiola compusiesen alguna jugada que intimidase a los de Zidane. Poco pudieron hacer tan lejos del área de Courtois. El resultado justificaba el plan.
De esta manera se sobrevivió a tiros lejanos de James y Bale, devaluados para el técnico francés hasta hace dos semanas, y a una serie de pérdidas en campo propio convertidas en ocasiones en contra justo antes del descanso.
El Pucela, a prueba de bombas
La segunda parte comenzó con los de Sergio conscientes de que para continuar con la supervivencia necesitaban respirar con la pelota y amenazar la portería contraria. Lo intentó Guardiola por dos veces pero sin fortuna. El Pucela ganó metros sobre el verde y eso se notó. Y lo sufrió el Real Madrid que por momentos hizo visibles sus carencias defensivas.
La entrada obligada de Waldo por la lesión de Moyano favorecía una versión blanquivioleta más ofensiva aunque restaba fortaleza por la banda donde atacaron constantemente Vinicius y Marcelo. Cada segundo que corría en el reloj era en favor de los castellanos. Pero el tiempo parecía no pasar. El travesaño sostuvo el cero en el marcador cuando las turbulencias aumentaron. El cabezazo de Jovic estuvo cerca de suponer el uno a cero. Masip resoplaba junto con toda la afición visitante.
En medio del bombardeo blanco, el momento del Real Valladolid llegó en forma de misil teledirigido de Waldo que repelió Courtois y que hubiera dado la ventaja para romper diecinueve años de maleficio sin victoria en el Bernabéu. Entre medias de un Madrid roto, el pase de la muerte de Nacho no encontró a ninguno de los dos delanteros perdiéndose el cero a uno. El Pucela perdonó y casi lo paga. Benzema, todo calidad, sí rompió el precinto al marcador en los mejores minutos blanquivioletas con un golazo dentro del área.
Cuando solo quedaba resignarse, como muchas otras veces, y cualquier otro hubiera desistido, la perseverancia tuvo recompensa. Sergi Guardiola, quién iba a ser, remató un pase de tiralíneas de Plano. No dio tiempo a más. Un punto de oro contra pronostico. Y sin salir por la puerta de emergencia.