Real Valladolid y Osasuna tienen más similitudes que una simple aspiración al ascenso, tales como un pasado humilde en Primera, intercambio de jugadores o suspiros recordando la UEFA

Cuenta la leyenda que un día el morado y el rojillo se dieron la mano, de manera que entrelazaron sus destinos. Ambos colores decidieron ir juntos a donde fuera necesario. Unidos en lo bueno y en lo malo, el caprichoso tino quiso que los dos cayeran juntos al pozo, al desastre, a la desesperación. De hecho, segundos antes de que se confirmara la fatalidad, el color sangre dependió acérrimamente del violeta, pero no hubo salvación para ninguno de los dos. Todo se remonta a la temporada 2013/2014, añada en la que ambos firmaron su sentencia.
Por supuesto, el morado representa al Valladolid y el rojillo a Osasuna, y es que ambos equipos han mantenido unos cuantos paralelismos en el tiempo reciente más allá de una caída a los infiernos. Efectivamente, presente, pasado y quién sabe si futuro de los dos parece estar más o menos ligado.
Comencemos por los detalles más evidentes. Tanto vallisoletanos como pamploneses se encuentran en el cráter de Segunda División. No fue fácil que ambos coincidieran ahí abajo. La hecatombe se produjo después de dos y catorce temporadas en la máxima categoría. Sí, bastante diferencia entre uno y otro, ¿pero quién se atreve a negar que antes del descenso a los dos equipos se les consideraba –y se les considera- como dos clásicos de Primera?
Está bien, las quieren ustedes más evidentes. Vamos con el trasvase de jugadores e incluso de entrenadores. ¿Recuerdan a Mendilibar? ¿Y a Sisi? ¿A Timor? ¿Joseba Llorente? ¿Héctor Font? Los movimientos de un lado al otro han sido evidentes en los últimos años, ha habido mucho telefonazo entre Pamplona y Valladolid. Obviamente cada uno de ellos en condiciones diferentes, pero la cuestión es que ahí están. De hecho, ambas aficiones mantienen una afición cordial teniendo en cuenta estos aspectos.
Y ese es precisamente otro aspecto en el que pueden coincidir los dos clubs históricos. Desde fuera, cada vez que un equipo visita El Sadar, la referencia que se tiene del estadio es de uno que atosiga al rival, que se convierte en un hervidero de almas empujando al rojo hacia la victoria. Pero la cosa cambia fuera. Los pamploneses tienen fama de calmados, de distantes, de fríos. ¿Le suena esto último? Sí, de eso que tanto se comenta en Valladolid de vez en cuando.
Tiempo de historia
Pero el rojo y el morado se meten en la coctelera en más ocasiones, de manera que sus pasados se fusionan. Más de un aficionado blanquivioleta recordará el meteórico Europucela en la UEFA de la temporada 1995/1996. Una nostálgica mirada al pasado, que hace recordar tiempos mejores, y por la que también suspiran en Pamplona. Los Víctor, Peternac y Benjamín se intercambian por los Ricardo, Cruchaga y Juanfran de la temporada 2006/2007 en la que los rojillos se colaron en semifinales. Épocas escritas con letras doradas que parecen tan lejanas en el tiempo y en lo deportivo que casi se difuminan, si no fuera por la bendita memoria.
Porque ahora la situación es otra, claro. El purgatorio de Segunda es un trago difícil de pasar para dos clubs que lo han tenido todo, pero que ahora deben purificar sus pecados juntos. No parece fácil. Con un pasado humilde en Primera, ahora la aspiración es máxima en Segunda, después de un primer año de prueba.
El remate es el círculo que se cierra. Sí, Osasuna dependió en la última jornada de la 2013/2014, de aquella maldita del desastre, del Real Valladolid y de un posible empate ante el Granada para poder salvarse, en un partido que acabó 0-1 en Zorrilla. No hubo suerte. Los rojillos estaban destinados a acompañar al Pucela al infierno, ambos de la mano. A fin de cuentas, esta es la pelea de dos hermanos que, en cierto modo, están destinados a entenderse. Y es que morado y rojillo casan muy bien.