Los de Rubi mantienen el tipo con nueve jugadores en un encuentro en que tuvo un poco de fútbol y mucho de supervivencia
Pum-pum-pum-pum-pum-pum. Rápido latir de un corazón acelerado. Nervioso, sobreexcitado. Como el del Real Valladolid. Quizá antes, seguramente durante y sobre todo después del partido de debut en la promoción ante Las Palmas. Y no es para menos, porque, claro, se juega la temporada en dos duelos. Tampoco si te tiene en cuenta el devenir del primero, esquizofrénico.
Lo que uno puede esperar, en unas condiciones semejantes, es que el conjunto local salga con ganas de comerse el mundo, presionante en la primera media hora. Ese es el uso social, al menos. Sin embargo, Zorrilla vivió algo distinto, debido a que los nervios atenazaron a los blanquivioletas en los primeros instantes.
Esto provocó que a los tres minutos la UD Las Palmas dispusiera de la primera ocasión, después de un error atroz de Chica al sacar de banda y un resbalón de André Leão que dejó el balón franco para Valerón, que dibujó con la cadera un pase marca de la casa hacia un Roque Mesa que no pudo batir a Varas.
Fue un aviso, preludio de lo que sucedería en el minuto ocho, el gol del ‘Kun’ Araujo, apodado así con motivo, por su calidad y parecido con Agüero. Se filtró entre los centrales como él, con la venia de Samuel, demasiado contemplativo en el envío aéreo previo y descolocado después del control, magnífico, dicho sea de paso; medio gol.
Los temores del Real Valladolid porque no fuera bien se cargaron de razones con el tanto, que derivó en un tramo en el que estuvo grogui y con el corazón encogido. Si el problema no fue mayor fue porque los canarios entendieron que su partido era otro, y que pasaba por aguardar a que el segundo llegase con otro descuido.
Asimismo, los blanquivioletas no terminaron de hallar el punto intermedio entre intensidad y torpeza hasta que prescindieron de ella para tener y amasar el esférico, algo que pasó tras el gol. Llegaron tarde a varios intentos de mostrar que tenían tantas ganas o más que el rival y se convirtieron en toscos.
Ya fuera primer el huevo o la gallina, la cosa cambió cuando Hernán se asentó en la derecha y Rubio construyó ahí el fuerte. El equipo se juntó a través del balón en ese costado y empezó a combinar con tino en tres cuartos. El acierto llegó precisamente en una acción del guaraní, que recibió en la frontal y mandó un zurdazo a la red, ajustado al palo, como premio a su hiperactividad.
Mucho corazón, menos cabeza
Allí donde más de uno tenía poca fe, el Real Valladolid quiso mover una montaña. Así, se encontró con su mejor versión en el momento crucial de la temporada, y aunque no creó demasiadas ocasiones, formó una simbiosis con la grada y trató de acometer de manera definitiva la remontada, convirtiéndose el descanso en su peor enemigo, ya que hacía sufrir a los de Paco Herrera robándoles el balón pronto y moviéndolo cerca de su área.
En honor a la verdad, la pelota no circulaba movida por la Holanda de Cruyff –entre otras cosas, por lo encharcado del césped–, pero al menos era cierto aquello de #ACorazónAbierto. Pum. Pum. Pum. Pum. Latido a latido, los de Rubi parecieron serenarse, y con esa serenidad salieron a por la segunda mitad, en cuyos inicios Hernán siguió rollo Messi y, hete aquí un posible causante del cortocircuito, se pidió penalti sobre Óscar y Roger.
El salmantino estuvo solo de cuerpo presente y fue sustituido por Mojica, que tendría metros para campar a sus anchas, como correcaminos que es. Y, bueno, como demostró el cambio de Valerón al descanso, tampoco es que estuviera el partido para muchas florituras. Ahora, por fajar no iba a quedar.
PUM-PUM-PUM-PUM-PUM-PUM-PUM-PUM. De repente, las pulsaciones vuelven a subir. Javi Chica es expulsado por una entrada quizá desmedida, teniendo al menos en cuenta que tenía una amarilla. Toca balón, pero de nada vale; a la calle. Y la cosa se empieza a complicar. Y la cabeza, que falló en esa acción, termina de perderse por el cortocircuito que sufre Timor, que acaba también expulsado por ir al suelo con los pies por delante. Ya sí, con nueve el Pucela hiperventiló, como lo hizo su afición.
El último coletazo del ataque de esquizofrenia fue el perdón de Arias López a David Simón, que agredió a Peña y no vio antes de tiempo el camino hacia las duchas. El olor a épica se mezclaba así con el de la lluvia, pues la inferioridad amenazaba con chafar el potencial empate, al final, bueno.
Sin querer o queriendo, por el motivo que fuera el Real Valladolid amedrentó a la UD Las Palmas, que dio por bueno el gol fuera de casa a sabiendas de que el asalto definitivo se juega en la suya. La locura habría llegado con el dos a uno, que nunca se acercó, aunque, en un atisbo de hacer lo más difícil todavía, los de Rubi acabaron volcados, aun con nueve.
El corazón aún late, al menos hasta el sábado. Con sus sobresaltos, del irascible y del temeroso. Y con la tranquilidad del valeroso. Para lograr el pase en las islas, esta valentía ha de venir de serie. A poder ser, de forma más limpia, ‘solo’ a través del fútbol y sin sangre en los ojos. #ACorazónAbierto sí, pero con cabeza. Por favor.