En un contexto de relajación competitiva, el venezolano y el onubense se reivindicaron, el segundo en varias posiciones. También lo hizo Díaz
De un partido en el que las únicas pruebas se centraron en premiar a los jugadores del filial que habían entrenado con el primer equipo durante el año y que habían gozado de algunos minutos en algún momento de la temporada no podían extraerse apenas conclusiones. No sería justo, tampoco. Sin embargo, sobre todo en el primer periodo, el partido entre Valladolid y Llagostera dejó varios retazos desde los que podría construirse un análisis, al menos, coherente. Retazos que apuntaron a la participación de Alfaro y de Jeffren.
Rubi ubicó en el once inicial a tres ‘canteranos’ –Carmona, Casado y Brian–, todos en la línea de cuatro, y rellenó el resto de la formación con teóricos suplentes. Raúl Fernández debutaba como portero del Valladolid, mientras que Sastre ejercía, en principio, como único pivote, precedido por una línea de cuatro mediapuntas y una referencia alta: Túlio de Melo.
En principio, el entrenador catalán aunaba capacidad de asociación interior, con juego exterior para centrar balones laterales al delantero brasileño. Y, en tramos tanto del primer como del segundo tiempo, ‘funcionó’. En ataque estático, Brian se situaba a una segunda altura para formar una barrera de cinco futbolistas entre Sastre y Túlio.
De esta forma, fijaba a su marca en la cal, estiraba la línea defensiva gerundense y simplificaba la labor de Óscar Díaz para ejecutar diagonales con las que asociarse o perfilarse para el disparo desde fuera del área. En el costado contrario, la operación era parecida, con Jeffren continuamente influyendo entre líneas, buscando a Pereira y Alfaro y culminando una de sus mejores actuaciones individuales. Imprimió un grado de intensidad mayor que el resto de sus compañeros, fue pegajoso en la recuperación de pelota y se mostró fino en el gesto técnico con balón.
A un nivel parecido se manifestó Alejandro Alfaro. En su segundo partido tras recuperarse completamente de su lesión, el primero como titular, evidenció algo más que hambre y ansia por volver a sentirse feliz en un terreno de juego. La técnica, como aprender a montar en bicicleta, no se pierde. Y los pocos aficionados que asistieron al Estadio Nuevo José Zorrilla dieron fe de ello. Además, estuvo acertado en el desempeño de un rol híbrido entre interior en un 1-4-1-4-1 y mediocentro.
En ocasiones, descendía a la altura de Sastre, ya fuera para arroparlo en labores defensivas y taponar espacios interiores, o para añadir energía a la fase de iniciación. La entrada de David Timor por Pereira en el segundo tiempo, recién anotado el tercer gol del Llagostera, lo estableció definitivamente en la mediapunta y el dibujo final se asemejó más al habitual 1-4-2-3-1 de Rubi.
El Real Valladolid tuvo una racha de juego asociativo, incluso alegre, en la que relucieron sobre todo Jeffren, Óscar Díaz y Alfaro, mermada, no obstante, por una falta de vigor mental para no salirse del partido. Errores defensivos más propios de un encuentro amistoso que de un duelo realmente de temporada propiciaron que los blanquivioletas encajaran cuatro goles.
Errores incluidos en un contexto de relajación competitiva del que las conclusiones positivas más subrayables llevaron el nombre de Jeffren y de Alfaro. Aunque la verdadera batalla es otra, apasionante y cargada de una exigencia emocional superlativa.