El Real Valladolid está al borde del abismo y la actitud de algunos jugadores no invita al optimismo

Zorrilla fue un trueno cuando el árbitro pitó el final ante el Zaragoza. El estadio se agitó con dureza durante unos segundos. Explotó como el que lleva tiempo guardando su frustración y lo suelta tras una discusión. Desde la grada se pidió la marcha de Rubi en un intento desesperado por querer que todo cambie. Se demostró, una vez más, que una gran parte de la hinchada no entiende de qué va el tema.
El siete de abril escribí esto en Blanquivioletas: «Los jugadores nunca tienen la culpa de nada. La realidad no existe y la responsabilidad es una palabra que inventó la RAE para rellenar diccionarios». Casi dos meses después firmo de nuevo la misma frase, palabra por palabra. La situación sigue siendo delicada y es Rubi el que está en el ojo del huracán. Como si Rubi fuera el que remató a su propio larguero contra el Zaragoza, o el que montó un contragolpe rival por no saber orientar un cabezazo, o el que perdió la marca en cada centro lateral durante el último cuarto de hora…
Evidentemente, el técnico catalán deberá ser destituido si el Pucela no asciende. Hasta yo, que defiendo su trabajo, entiendo que hay que prescindir de él si el equipo no regresa a Primera División.
Sin embargo, Carlos Suárez se equivocaría si su único movimiento tras un fracaso estuviera enfocado al banquillo. Tantas veces ha sido así y tantas el guión se ha repetido, que el presidente, por pura intuición, tendría que saber dar con la tecla.
El problema casi nunca está en la superficie. Incluso en el Real Madrid te encuentras el cese del entrenador cuando el detonante de todo es Iker Casillas. Pero en el fútbol parece pecado mirar a los jugadores, con esa etiqueta de intocables impuesta por un entorno muchas veces tóxico y un estatus social tremendamente surrealista. Solo Guardiola se atrevió a ser trascendental y pidió la marcha de Deco, Ronaldinho y Eto’o para poder construir un Barcelona para la historia.
En Valladolid tenemos más de lo mismo. Hay futbolistas ajenos a las críticas, viviendo alguno más de noche que de día, como cantaba La Fuga en una de sus canciones más populares. Pero no pasa nada. Ver, oír y callar. El problema es que se han convertido en un búnker y ni siquiera son conscientes de lo que realmente ocurre. Jesús Rueda, sin ir más lejos, pidió apoyo en lugar de perdón tras hacer un bochornoso partido ante el Zaragoza. La gente va a estar ahí, pero lo que necesita es que los jugadores también estén.
Si finalmente se consuma el desastre, volveremos a vivir un verano demasiado largo y una transición que siempre llevará una incógnita incorporada. Salvo que Carlos Suárez señale a más de uno y decida ser, como Guardiola, trascendental. Si eso ocurre, entendería que pidieran apoyo en lugar de perdón.