El conjunto franjiblanco consuma el título liguero en la Regional Juvenil y jugará en Liga Nacional el próximo curso
Cómo de precavido será Álex Iglesias que ha impregnado a todo su entorno de su cautela. Este sábado a mediodía, quien escribe mantenía una conversación telefónica con un allegado, un buen amigo común, y le decía que el plan para el domingo era disfrutar del último partido del Promesas en casa esta temporada «y luego ir a ver cómo sube el Simancas». La respuesta vino a ser un «bueno, bueno, no vendas la piel del oso antes de cazarlo».
Recuerdo que esa misma persona me dijo poco después de que el Villa de Simancas consumara el pasado curso el ascenso a Regional que sería él, Álex, quien dirigiría al equipo. Eficacia probada al servicio de la franja blanca podría haber sido la frase del anuncio, teniendo en cuenta, entre otras, su experiencia previa en Laguna, por más que esta terminase antes de tiempo y mal (y no precisamente por él).
Empezó la temporada y los simanquinos sorprendían y sorprendían. Desde las primeras jornadas fueron líderes, aunque la palabra salvación estaba marcada a rojo fuego. No había nada más allá, aunque uno, como periodista, intentase hallarlo. Y así fueron pasando las semanas, los meses, y nada, que el Simancas no aflojaba. Y entonces Álex reconoció que quizá hablar de permanencia ya se quedaba corto.
Pero no hablaba de ascenso, sino de explorar los límites de su plantel, ver partido a partido hasta dónde podían llegar. El límite, se ha demostrado, estaba en el cielo. A pesar de las bajas, que por momentos endurecieron la labor del equipo, y a pesar de que, como todos, tuvieron algún que otro momento malo, en el que, por cierto, la directiva tuvo a bien ofrecer a su entrenador la renovación.
Así hasta hoy, que recogen el testigo del Parquesol, club que ascendió el pasado año, y del Betis, que materializó semanas atrás su descenso. Hasta hoy… o, mejor dicho, hasta ayer. Porque así es el fútbol. Antes siquiera de que el Simancas pusiera el ojo en la mirilla contra el Helmántico, el oso cayó en la trampa. El filial del Santa Marta tropezó en su propia casa ante el Salmantino y el ascenso llegó antes de que el balón rodara en Los Pinos.
Quedaba el no va más; el ser campeones. Valía un punto, pero obtuvieron los tres, contra otro equipo charro, el Helmántico, que hizo pasillo al principio y se vio superado después. Los goles de Villa y Pablo se antojaron escasos ante un rival entregado, mitad porque sí y mitad por la sed que el Simancas mantuvo hasta el pitido final.
Una vez el árbitro dio el silbatazo, se esperaba la locura. Pero, valga la redundancia, se hizo esperar. Tardó varios segundos, como si esa mesura de Álex –y de Miguel, y de todo el cuerpo técnico– impidiera el disfrute. Pero no, nada más lejos. Hasta aquel que más sufre se permitió el gozo. Con los ojos vidriosos y una sonrisa de oreja a oreja fue colmando de agradecimientos a todo el que le felicitaba y de abrazos a los más cercanos. El frío dio paso al calor, el de la victoria, y la humedad, la de los brindis y juegos posteriores.
Como huelga en cada triunfo de tal magnitud, fue manteado, y sus jugadores le hicieron un pasillo que vino a escenificar aquella frase tan manida para él, y que dice que «la procesión no termina hasta que no pasa el último cura». Ni el alzacuellos más ancho del mundo habría ocultado el suyo, que se erguía al cielo en señal de orgullo.
«La unión del rebaño consigue que el lobo se acueste con hambre» ha sido durante el curso su lema, real y efectivo. En el verde pasto, fruto del trabajo de sus pupilos, y fuera, gracias a gente como su inseparable Miguel, a quien devuelve el apoyo en un banquillo de benjamines, o Juanjo, el coordinador del club.
Hay que decirlo también: no es fácil conseguir una atmósfera tan saludable como para que un entrenador rechace dirigir en la División de Honor juvenil aun sabiendo que su futuro puede estar dos escalones por debajo. Si en Los Pinos Álex Iglesias tiene galones es porque se los ha ganado. Y si se los ha ganado es porque en él han confiado. Ni más, ni menos.
Sus chicos, que no son ovejas, sino lobos con piel de cordero, han conseguido un hito importantísimo para el club, como es el haber logrado un segundo ascenso de categoría de manera consecutiva. No han mostrado apenas fisuras, como demuestran los números del campeonato, forjado, en ocasiones, en remontadas allí donde otros probablemente se habrían dejado llevar.
Sin son Nacional, como rezaban sus camisetas, es porque se lo han ganado. Como su técnico la admiración y respeto de otros entrenadores, ya amigos, que estuvieron acompañando, como Mario Prieto –CD Parquesol–, David Valbuena y Javier Pardo –CD Arces–, Jonathan Prado –UD Sur– o Diego Macón, del equipo de Tercera del propio Villa de Simancas.
Entre risas, decía el míster mientras sus chicos comían y bebían sidra que ya mañana empezará a pensar en la salvación y en el primer partido de la temporada que viene. ¡¡¡Si hasta lo tuiteó ayer!!! Primero disfrútalo, Álex. Os lo merecéis. Te lo mereces.