El nuevo delantero del Real Valladolid conquistó el doblete con el Lille francés en 2011 al lado de un incipiente extremo belga que encandiló al planeta fútbol
Foto: tumblr
Túlio de Melo (Montes Claros, Brasil, 1985), tercer fichaje de invierno del Real Valladolid, representa el arquetipo de futbolista al que los años le han ido desplazando, como las olas a las conchas en la arena, hacia el anonimato. De abandonar Brasil, cruzar el mar y llegar a la Europa que miles de jóvenes brasileños perfilan en sus mentes idealizadas. De estrenarse durante un semestre en el Aalborg danés, antes de ser adoptado por Francia y de ser encarado por unas lesiones que lo han reducido a un buen delantero sin fortuna.
Braulio Vázquez, director deportivo del Real Valladolid, es una serpiente gallega con un abrumador catálogo de nombres para fichar. Valencia, una plaza de severos despachos, curtió su perfil y le proporcionó nombres, cientos, quizá más, entre los que se coló el de Adil Rami, central que, en la campaña 2010/11, capitaneaba una férrea defensa del Lille de Rudi Garcia. Vázquez confesó que acudió a observar las evoluciones del corpulento central francés antes de sellar su contratación por los che.
Les Dogues, canal por el que Rami irrumpió en la fama, contaban en aquel inefable campeón de la Ligue I 2010/11 con un delantero de batalla, un trabajador acostumbrado ya, amedrentado por su rodilla derecha, a vivir en la sombra de Moussa Sow –máximo goleador del torneo con veinticinco dianas– y de una estrella en construcción… Eden Hazard. Aquel ‘9’ alto como el Cristo del Corcovado, de llamativo parecido físico a Alexandre Pato, era Túlio de Melo.
Ajeno a grandes cifras goleadoras, fue construyendo su hueco en Francia. Primero en Le Mans, club al que se sumó en 2005 y en el que se mantuvo hasta 2008. En su última campaña con Les Manceaux, guiados por el técnico Rudi Garcia, convirtió trece goles en 31 partidos, que azuzaron la atracción del Palermo italiano.
Tan perecedero como un beso robado, el verano de 2008 sirvió a la entidad presidida por Maurizio Zamparini para repudiarlo. Entonces, Rudi Garcia, su último entrenador en Francia, lo rescató para un Lille al que acababa de llegar con la pretensión de otorgarle una segunda oportunidad que sorteara el primer gran revés en la carrera de Tulio de Melo. De nuevo, el ariete brasilero podía entonar «¡Vive la France!».
Sin embargo, apenas bautizado con su nuevo club, una lesión en la rodilla derecha paralizó, en parte, la esperanza de poder perpetuar el rendimiento imprimido en Le Mans. Ha sido la sangrante espina que durante toda su historia en el fútbol le ha rememorado lo que pudo llegar a amasar y lo que, finalmente, terminó por tener. Pero que, a pesar de todo, le permitió ejercer de delantero alternativa hasta el pasado año.
En total, ha anotado treinta goles en sus cinco temporadas y media con el Lille. En su primera campaña, transformó dos tantos en ocho partidos; en la segunda, correspondiente a la 2009/10, culminó su mayor cifra goleadora con Les Dogues, gracias a once dianas –seis en liga, dos en Copa de la Liga y tres en la Europa League–.
Y en el tercer curso bajo las órdenes de Rudi Garcia, disfrutó del mayor hito colectivo de su trayectoria: el histórico doblete de un Lille en el que Sow se destapó como un goleador de nivel europeo, Gervinho como una daga de la mediapunta, Debuchy como un lateral con alma de extremo, Cabaye como el próximo jefe de máquinas de Les Bleus, Rami como el bastión galo y Hazard como un imparable genio belga que iluminó al fútbol europeo antes de rendirse a la seducción del Chelsea.
En aquella temporada, Túlio de Melo marcó siete goles en 41 participaciones, esparcidos en liga –cuatro–, Liga Europa –dos– y Copa de Francia –uno–. El Lille se alzó con su tercer título de Ligue I al obtener 76 puntos, por los 68 del Olympique de Marsella, 64 del Lyon y 60 del PSG. Precisamente, frente a los parisinos, conquistaron su sexta Copa de Francia a raíz de un gol, al borde del final, de Obraniak.
Aún le restarían a De Melo dos temporadas más en las que Rudi García le demostraría confianza en forma de minutos. Pudo marcar un gol en Liga de Campeones ante el Inter, y otro que, a buen seguro, conserva en su memoria, transformado en agosto de 2012 en la fase de clasificación de Liga de Campeones ante el Copenhague.
Corría el descuento del partido de vuelta, cuando De Melo se alzó en el aire, golpeó la pelota con la cabeza y puso el 2-0 que conllevaba el acceso del Lille a la fase de grupos de la UEFA Champions League. Significó su último gol inolvidable.
A partir de entonces, fue cayendo, también su equipo. Y, al término de la temporada, Garcia puso rumbo a Roma. Sin su principal valedor, el flamante delantero del Real Valladolid no supo casar con René Girard, técnico sucesor del que había empujado al Lille a lo más alto y terminó por salir al Évian TG en enero de 2014.
Tras la conclusión de la campaña, De Melo se quedó sin equipo. Para no enterrar tan pronto sus lazos con la pelota, comenzó a entrenar con Corinthians e incluso realizó una prueba con el Charlton Athletic de la Championship inglesa.
El mítico club inglés, según apuntaba en noviembre del pasado año talksport, pretendió incorporarlo de manera definitiva, pero las desavenencias en las cantidades económicas a percibir lo desligaron de los ‘Addicks’.
El deseado ‘9’ referencia
Al fin, el entrenador del Real Valladolid, Rubi, cuenta con un delantero distinto del resto de atacantes de que dispone de una plantilla en la que figuran como responsables del gol Óscar Díaz, Jonathan Pereira y el lesionado de larga duración Roger Martí. La lesión del veloz punta valenciano dejó huérfano de ‘9 clásico’ a los blanquivioletas, que se han provisto, fundamentalmente, de los goles de Óscar González y de Mojica.
La llegada de De Melo es la culminación de un deseo germinado desde verano, cuando la dirección deportiva trató de acometer la contratación de un delantero que supliera a Manucho. Braulio Vázquez, en la presentación del brasileño, admitió que “más de una vez” ha intentado fichar a De Melo.
Alto –mide 193 cm–, pero fino, puede jugar de espaldas al marco rival, de fijar a los centrales para abrir espacios entre estos y los mediocampistas –una petición de Óscar González– y de imponer su físico en el área, además de aportar ventajas en las jugadas de estrategia ofensivas y defensivas.
Tulio de Melo, sin equipo, mareado de viajar en la ruleta del fútbol, aceptó la propuesta de Vázquez para jugar en Segunda. “Por dinero no viene; tuvo otras posibilidades, pero se decidió por nosotros”, celebra el director deportivo, artífice de que De Melo pasara de Hazard a Castilla.