El entrenador debe dar un golpe encima de la mesa, sentar a varios jugadores y definir un once tipo

Se ha desatado la tormenta en Valladolid. Es intensa, dura. Golpea sobre nuestros rostros con violencia, como intentando enseñarnos su realidad. Es una tormenta incómoda, nada que ver con las de verano, que resultan espectaculares.
La derrota ante Osasuna es la causante de todo. Que te gane un equipo en el que Nino lidera el ataque y Sisi es el mejor de la defensa –¡de la defensa!–, hunde la moral a cualquiera. Menos al Alcoyano, que para eso tiene un refrán.
El partido fue una cena de Navidad. Al principio te lo pasas bien y disfrutas de lo que ves, pero con el paso de los minutos dejas tu mirada perdida buscando escapar y esperando que todo acabe rápido. Solo faltaba José Mota comentando el partido en lugar de Raúl Ruiz, al que un día le saldrá una úlcera viendo al Pucela.
Osasuna dejaba una pradera entre defensa y centro del campo. Óscar y Leão lo leyeron a la perfección y decidieron tomar el mando de las operaciones. El Valladolid creció en medio de la anarquía rojilla, pero se fue diluyendo con el paso de los minutos ante la falta de acierto arriba. La segunda mitad dio pánico. Mala, no; peor. Al nivel del último disco de Pablo Alborán.
Varios fueron los futbolistas que quedaron señalados. Peña, que atraviesa un profundo bache, Bergdich, que sólo aporta delirio, Álvaro Rubio, lejísimos de su mejor forma, y Samuel, un flan sin los Ruiz Mateos promocionándolo, se convirtieron en la viva imagen del desastre blanquivioleta. Sisi parecía internacional. Este Pucela es capaz de resucitar incluso a Xavi Hernández.
Poca culpa tuvo Rubi del esperpento, pero empezará a tener mucha si no toma decisiones. El último mes debe servirle para sentar a algunos, dar confianza a otros y armar un bloque en el que siete futbolistas sean intocables, empezando por la pareja de centrales y el doble pivote.
Es verdad que todo cambiaría si el equipo transforma las clarísimas ocasiones que tiene por partido. O que nos iría mejor si encontrásemos árbitros competentes y no como el del pasado domingo. Pero no es así. Hay que vivir la realidad y adaptarse a ella.
Los puñetazos en la mesa deben ponerse de moda. Ya que nunca volverá ‘Crónicas Marcianas’, al menos que Rubi sepa dominar el escenario y demostrar, como viene haciendo, que sabe lo que hace. El objetivo debe ser mandar un mensaje contundente, sin exageraciones. Camino recto, aunque alguno se caiga antes de empezarlo. Al final, lo que miraremos será quiénes lleguen a la meta, no lo que perdimos yendo hacia ella.