He vivido un fin de semana muy estresante a nivel emocional. Todo por culpa de ‘Ouija’ y algunos aficionados del Real Valladolid

El sábado, tras ver a Cristiano Ronaldo ser abatido por un francotirador sin escrúpulos, decidí ir con un primo mío al cine. ¿A ver ‘Exodus’? No, a ver ‘Ouija’. Porque los sábados por la noche siempre acaban siendo extraños cuando los pasas fuera de casa, haya o no alcohol de por medio.
Iba yo contento, esperando encontrarme una película de miedo con sabor a los noventa. El tiempo acompañaba. Noche fría, que cortaba en vez de congelar. Camiseta, jersey, abrigo para cinco y bufanda. Un gorro y hubiera parecido Macauly Culkin en ‘Solo en Casa’.
Había bastante gente en la sala. Pusieron un tráiler de ‘A todo gas 7’ y otro de ‘El Hobbit’ para calentar al personal. Luego clavaron uno de una película de Álex de la Iglesia. No hubo suicidios.
Sobre ‘Ouija’ no comentaré demasiado. Simplemente os aconsejo no verla. Por salud mental más que nada. Yo cometí el error de pagar por sufrir. Me sentí colchonero por un rato. Menos mal que la película dura 89 minutos y no 92:48. Si hubiera durado 92:48 y en vez de una tía buena el protagonista resulta ser Sergio Ramos, me pongo una canción de Sabina al salir del cine.
Y después de estos párrafos que casi van a Filmaffinity en lugar de a Blanquivioletas, vamos con lo que realmente importa. El domingo, en Zorrilla, tres puntos de oro para cortar por lo sano una racha que empezaba a ser preocupante. Aunque para preocupante, la histeria de algunos aficionados. Si los coge Javier Tebas durante el Valladolid-Recreativo, nos cierran hasta Carrefour.
Corría la media hora de juego y ya había escuchado «Rubi vete a Catalunya» con un insulto para finalizar la frase, como queriendo sentirse importante. También salió de boca de algunos esa palabra que tanto se usa cuando las cosas van mal: «Borrachos». Generalizando. Parecían FEMEN, pero con barriga cervecera en lugar de tetas. «Suárez, vete ya», deslizó otro tímidamente. Porque en España nos encanta mandar todo –y a todos– a tomar por culo. Menos Gibraltar, que nunca lo hemos pisado, pero lo sentimos nuestro.
Viendo el carrusel de insultos y enajenaciones que me rodeaban, decidí mirar la clasificación. Y sí, teníamos veintiséis puntos –veintisiete en ese momento–. Justo entonces marcó Mojica, un futbolista que tan pronto decanta un partido como decide finalizar una jugada con la opción más absurda. Él es así. El gol cambió las críticas por aplausos, demostrando que muchos son resultadistas y que otros no tienen ni puta idea de fútbol. Algunos, ambas cosas.
Nadie se paró a pensar en lo difícil que es jugarle a un rival –en este caso el Recreativo– que planta diez tíos en cuarenta metros y pierde tiempo sin ruborizarse. Lo difícil que es disputar un encuentro tras cuatro jornadas sin ganar y ante una afición que te espera de uñas, como tu novia cuando llegas de fiesta tras haberla dicho que ibas a tomar una caña «de tranqui». A orillas del Pisuerga, los matices no existen.
Tuve que tirar de paciencia para no contestar a alguno. De paciencia y de sentido común. Porque yo, pese a que el nivel de juego haya bajado y los resultados no sean los esperados, sigo confiando en Rubi y su plantilla. Porque sé lo difícil que es adaptarse a la Liga Adelante después de un descenso. Y porque entiendo que estamos ante un proceso duro que sólo llegará a buen puerto si todos arrimamos el hombro. Soñemos con un final feliz.