El Real Valladolid irradia sensaciones mejoradas y signos de futuro en la pareja de mediocentros Timor-Rubio; dominio posicional ante un Elche abúlico, al que perdonó la tibieza ofensiva de los blanquivioleta
No todo fue tan malo. No todo se desvío del orden, ni el Real Valladolid volvió a tropezar. Que el encuentro finalizara sin el avasallamiento de los pucelanos no tapa la mejoría experimentada en relación al sábado, en la derrota más dolorosa de la temporada para Rubi, ni en partidos como los jugados en Sabadell y en Miranda. Porque durante la mayoría del choque con el Elche, los blanquivioletas se desempeñaron con orden y una cierta superioridad, minusvalorada por el silencio del gol que no llega.
De nuevo, el Real Valladolid no encontró la manera de desactivar la última línea de la defensa ilicitana, y menos a su portero Tyton, para transformar un tanto que desterrara la zozobra que comienza a crecer en el Nuevo José Zorrilla. Pero reflejó varios matices que invitan a cuestionar, si quiera, las posibilidades de que una nube de resultados funestos se enclave sobre el futuro de los pucelanos en Segunda División.
Promesas presentes
Foto: Real Valladolid
Como es habitual en Copa del Rey, Rubi cuenta con varios futbolistas del Promesas, entrenado por Rubén de la Barrera. Ante el Elche, alineó de inicio a Xavi Carmona en el lateral derecho, a Jorge Hernández en la mediapunta y a Guille Andrés en la delantera. Los tres, en especial el defensor y el pequeño zamorano, completaron una actuación más que notable, en la que acrecentaron sus hechuras para atribuirse más minutos en la competición liguera. Igualmente, sumó Vega, que dentro del césped ejerce de camaleón para amoldarse a cualquier contexto.
Jorge colaboró en dar continuidad al fútbol asociativo que germinaba en los centrales -Marc Valiente y Samuel- y proseguía en una pareja de mediocentros que manifestó capacidad para capitanear el juego de posesión en campo rival: David Timor y Álvaro Rubio. El talento del de Sanzoles descendía metros para generar ventajas numéricas con los mediocentros. Tocaba y se iba. Conducía por dentro en situación de desequilibrio, alimentando los contragolpes en los escasos momentos en que el Real Valladolid tenía que recuperar la pelota en su propio campo.
Guille, aparte de rozar el gol tras un disparo dentro del área de Tyton en el 65’, supo desenvolverse tanto en el área como por fuera, a sabiendas de que el duelo físico lo tuviera perdido con el tándem José Ángel-Enzo Roco. Carmona fue profundo y emitió personalidad y empaque; arriesgado, pero resolutivo frente al error, supo asociarse con el interior que lo acompañaba en el carril derecho, ya fuera Bergdich, Omar o Vega -cuando se sumó al esquema de dos delanteros junto a Díaz, en el segundo tiempo, para vigorizar el ataque-.
Dominio posicional desde los centrales
Foto: Real Real Valladolid
El Real Valladolid pudo sentirse cómodo con el balón por varios motivos que toman dos caminos: el propio y el ajeno. Los centrales blanquivioletas, primeros pasadores, esquivaron con facilidad la línea de presión de Coro y Herrera, pasivos en esa faceta, y enlazaron sin mayores obstáculos con Rubio o Timor, máxime por el espacio que se extendía entre los delanteros franjiverdes y el solitario bloque de dos volantes -Mosquera y Pasalic, del que solo el primero parecía forzar más su físico-. De este modo, frente a una presión deslavazada y parsimoniosa, los dos creadores de juego del Real Valladolid se nutrían de recepciones en ventaja para poder activar a los tres mediapuntas, muy móviles, en especial, durante el primer tiempo.
Bergdich y Omar, cuestionados y silbados en la segunda mitad después de errar en varias maniobras, se intercambiaron posiciones en los carriles exteriores sin cesar. Aun sin fortuna, el canario realizó varios centros laterales el corazón del área de Tyton, en uno de los peores momentos de un Elche incapaz, hasta el ecuador del segundo acto, de hacer evolucionar sus transiciones ofensivas, casi siempre disueltas por equivocaciones en las entregas y el acierto de los jugadores pucelanos para obtener balones divididos.
Los blanquivioletas supieron imponer un dominio posicional en la medular que, sin embargo, no se extendió en el último tercio, donde se fabrica el gol y se decanta la opinión pública. Donde aquel último pase, la maniobra inacabada, enerva a una masa volátil, ahora un tanto esquiva por añorar, efectivamente, el tanto.