La mala racha del Real Valladolid está sirviendo para que muchos se quiten la careta y empiecen a cuestionar al entrenador

A Rubi lo estaban esperando. Desde el inicio de temporada se notaba en el ambiente una sensación de tensa calma que reventaría en cuanto los resultados no fueran positivos. Y aquí están. Los malos resultados y el linchamiento al entrenador. En Valladolid hay gente que aspiraba a tener el ascenso cerrado en noviembre, por lo que verse en una mala racha le ha trastocado los planes. Como el que va al cine a ver ‘Trash’ y se acaba conformando con ‘El Niño’ porque no había entradas para la primera.
Poco importa que el Pucela sea el descendido mejor clasificado, dos puntos por encima del Betis y a diez de un Osasuna que se hunde en la clasificación. La gente no valora lo difícil que es superar un año tan malo como el que se vivió con JIM. Piensan que el fútbol no tiene alma, cuando lo cierto es que el apartado anímico es, quizá, la parte más importante.
Rubi llegó a orillas del Pisuerga sin que lo esperásemos, como llegan los mejores momentos a lo largo de una vida. Porque los instantes felices aparecen siempre por sorpresa. El gol de Sergio Ramos en Lisboa, la dimisión de Ana Mato o la presencia del Pequeño Nicolás son buenos ejemplos. Lo mejor irrumpe sin avisar. Y Rubi, para el Pucela, fue un soplo de aire fresco.
Mi mayor deseo es ver al técnico catalán triunfando en Zorrilla. Haber recuperado la ilusión es culpa suya. Salvo el día del Leganés, en el que todo fue un desastre –hasta Óscar parecía Bergidch por lo perdido que estaba–, este Valladolid me parece reconocible. Decir que este equipo no juega a nada es como lanzar que Manuel Jabois no transmite con sus artículos. Puede que haya jugadas del Pucela o líneas de Jabois que no entiendas –más lo segundo que lo primero–, pero intuyes que ambos saben lo que hacen.
Rubi quiere que su equipo sea intenso, atrevido, fuerte defensivamente y virtuoso arriba. Siempre lo ha dicho. Desde el primer día hasta el último en el que ha comparecido. Busca un equilibrio entre seriedad y diversión. Algo así como Pedro Almodóvar con sus películas, pero sin necesidad de hacer el ridículo. Contra Las Palmas y Sabadell, partidos en los que el Valladolid pinchó, se pudieron ver detalles de lo comentado. El equipo gozó de ocasiones claras, tuvo fases de claro dominio, apenas sufrió en defensa y regaló instantes de buen fútbol. Y eso no es producto de la casualidad.
No me quiero ni imaginar al Pucela en la situación de Osasuna. En esta ciudad pediríamos hasta la marcha de los dependientes de ‘El Corte Inglés’. O la vuelta de Marcos Alonso. Cualquier cosa. Pero yo, sin embargo, prefiero fiarme de lo que veo y no de opiniones tóxicas y prefabricadas. No toquen a Rubi. Él nos llevará a Primera División.