El Real Valladolid volvió a fabricar oportunidades para ganar; y a desperdiciarlas, a pesar de plasmar uno de los dibujos tácticos más heterogéneos de la temporada para desmontar al candidato por excelencia al ascenso

En ocasiones, el fútbol y sus consecuencias pueden resumirse en algo tan sencillo como el gol, aunque tras él se establezca una red estratégica de movimientos, acciones que dibujan triángulos invisibles y respuestas a los mecanismos del oponente. Todo el trabajo que emprenden, con rigor marcial, muchos técnicos y plantillas, puede derrumbarse si no termina por agitar las redes de la portería rival.
El Real Valladolid, ante la UD Las Palmas, volvió a adolecer de falta de gol. En el club, no es motivo de preocupación, por lo que deslizan en repetidas oportunidades Rubi y los futbolistas del primer plantel. Las ocasiones se suceden, la profundidad ofensiva se conserva, a pesar de que las sensaciones, dentro del mismo partido, atraviesan por fases de alegría y de desmoronamiento. Como aconteció ante un líder que ha demostrado, sin brillar en el Nuevo José Zorrilla, que acumula talento, seriedad y un despliegue de elecciones tácticas para dar respuesta a las que ofrece Rubi en cada partido, y que volvió a demostrar.
Paco Herrera, entrenador de Las Palmas, determinó situar de inicio un centro del campo formado por tres mediocentros: Javi Castellano, Roque Mesa y Culio, precedidos por una primera línea de presión intermedia en la que Nauzet, Momo y Araujo –el argentino, demasiado escorado a la izquierda– intentaban cerrar pasillos interiores a los mediocentros del Real Valladolid, André Leão y Timor, como un primer aviso de lo que se encontraría la medular vallisoletana en la segunda fase del ataque. Las Palmas generaba continuas ventajas numéricas 3×2 en zona ancha que complicaban la progresión central del fútbol asociativo blanquivioleta.
Así, la salida, durante el primer tiempo, se orientaba a los flancos, donde resulta más factible achicar espacios y permitir la reubicación de los mediocentros rivales y sus defensas. El fútbol sucedía por las bandas, en especial en la zona de influencia de Jeffren, quien, con todo, volvió a tender hacia el interior. Entre otros motivos, para permitir a Chica más capacidad de subida y sorpresa y para desentrañar triángulos de pase cerca de la frontal. En un primer momento, el hispano venezolano se movió por la derecha, desde donde generó alguna situación de peligro que evidenciaba la ligera superioridad local. Pero el Valladolid necesitaba acumular jugadores entre la defensa y los tres mediocentros canarios para no fiar solo las opciones de gol a centros laterales.
Entonces, los pucelanos experimentaron la primera permuta del encuentro en la mediapunta. Díaz cayó hacia la izquierda; Omar, a la derecha y Jeffren, a la punta de ataque. La premisa de potenciar la combinación entre los atacantes blanquivioletas parecía clara. Y, a banda cambiada, dejarían paso a los laterales para ser profundos desde la cal. El Valladolid se acercaba al descanso con el sentimiento de haber dado un paso más que su rival. Sentimiento que se plasmó en el gol de Óscar Díaz quien, tras un contraataque, recibió un pase de Jeffren, llegando desde la izquierda, y terminó con su sequía goleadora.
Perdonas, pagas
Lamentaba Rubi al término del encuentro que el partido caminaba hacia sus intereses hasta el minuto 15 del segundo tiempo. Al Real Valladolid le funcionaban los cambios de posiciones entre líneas, pero el entrenador de Vilassar quería agregar un plus a un partido en el que Las Palmas comenzaba a dejar más espacios a espaldas de su defensa. Jeffren perdonó delante de Casto en una acción veloz de la que Omar extrajo un pase perfecto hacia el hispano-venezolano.
Acto seguido, Mojica entró por el canario y protagonizó un contragolpe que desbarató con un pase defectuoso dentro del área. Además, un disparo de Peña rebotó en un defensor canario y se marchó a córner. El Valladolid transitaba por sus mejores minutos. Pero cometió un error que viró el partido, minó la fe con la que había afrontado el segundo tiempo y obligó a reajustar los esquemas preconcebidos.
El penalti cometido por Peña sobre Roque supuso un golpe anímico notable que quiso revertir Rubi con la inclusión de Bergdich en la banda derecha, por Óscar González. Jeffren se ubicó en la posición que dejaba el salmantino y Díaz se adelantaba a la referencia -.llegó a ocupar las cuatro posiciones de ataque–. Velocidad en las bandas y último pase para responder como habían hecho en anteriores encuentros. Pero, al contrario, fue la UD la que consiguió otro gol, derivado de una pérdida de balón en el lateral izquierdo y de la descoordinación defensiva blanquivioleta. Vicente Gómez, que había entrado de revulsivo, volteaba, ya por completo, el partido. El margen de respuesta se hacía exiguo. Por ese motivo, Guille Andrés entró a diez minutos del final al terreno de juego por Marc Valiente. Porque el Valladolid debía enseñar al ‘Señor Casi’ la puerta.
La entrada de un delantero más modificaba el trazado defensivo. Peña se orientaba al centro de la defensa y otorgaba el carril izquierdo, íntegro, para Mojica. El mediocampo, ocupado por Timor y Leão durante todo el partido, recibía el apoyo de Óscar Díaz –siempre más adelantado que sendos volantes–, mientras que la delantera se reforzaba con dos futbolistas, a quienes se sumaba Bergdich desde el ala derecha. El Valladolid pudo empatar si Jeffren hubiera golpeado bien una pelota entregada por Mojica desde la banda izquierda. No lo hizo, el tiempo pareció acelerarse y las penas por haber perdonado cuando el partido estaba de su lado terminaron pesando más. El ‘Señor Casi’ desajustó el equilibrio.