Una actuación defensiva sobresaliente fue acompañada de un dominio en el juego asociativo que, sin embargo, añoró a su fin último, el gol

Era partido de Primera. De siempre. El Real Betis atrajo a las peñas béticas de las ciudades colindantes con Valladolid y nutrió de ambiente verdiblanco la grada visitante del Nuevo José Zorrilla. Mientras tanto, el estadio prorrumpía en una ovación, en el minuto nueve, a Roger Martí, lesionado de gravedad; y al mismo tiempo, el Real Valladolid trataba de desplegar un juego digno de la categoría en la que ambos conjuntos han vivido la mayoría de su historia.
Duelo grande, en el que el Valladolid, sin ambages, dio rienda de los atributos que pretenden caracterizarlo, desde el primer momento. Intentaba repetir circulaciones largas de pelota en campo del Real Betis. Para conseguirlo, debía superar el primer obstáculo que había instalado Julio Velázquez, a un luchador incansable y duro que, en la mediapunta, había recibido el mensaje de cortar, como fuera, la salida de balón de los dos centrales pucelanos y de David Timor.
Ese luchador, N’Diaye, pronto se vio condicionado por la reiteración de faltas y una tarjeta amarilla. Tampoco fue capaz de obligar a desplazamientos largos de la zaga blanquivioleta, que completó el mejor partido de la temporada, irreductible a los centros laterales béticos, atenta a Rubén Castro, y sagaz en el momento de descubrir líneas de pase, tanto a los interiores como a los laterales.
Bergdich, delantero
El Real Valladolid, por tanto, vivió, tal y como atestiguó Rubi en rueda de prensa, su partido más cómodo cerca de su área –aunque Castro pudo marcar un gol de cabeza, evitado por Varas–. La transición ofensiva, en su mayoría posicional, reveló varios movimientos urdidos por Rubi para rescatar, en la medida de lo posible, la profundidad a la que contribuían los desmarques del lesionado Roger.
Así, el extremo zurdo Zakarya Bergdich, muy activo entre líneas y en toda la segunda línea del sistema ofensivo del Real Valladolid, se acercaba a Óscar Díaz cuando los mediocentros blanquivioleta asentaban la posesión en la cancha del Real Betis. Abandonaba el flanco izquierdo, en el que dejaba ciertamente desasistido a Carlos Peña, pero colaboraba en la generación de ventajas numéricas cerca de la frontal y, además, probaba a atacar las espaldas de los centrales verdiblancos para obtener campo, pisar área y chutar a Adán. Hacia el lado contrario de la cancha, habitado por Alfaro y Chica, el Real Valladolid enfocaba gran parte de la salida de pelota, de manera que atraía la basculación bética y abría espacios por donde corría Bergdich. Todo por el equilibrio.
Las sustituciones, entrada la segunda mitad, no variaron la intención originaria del conjunto de Rubi. Con Mojica, en sustitución de Zakarya cerca del minuto 75, el Valladolid comenzó a perder desenfreno en la banda izquierda, pero no despreció el dominio de pelota para tratar de contrarrestar, aun por dentro, el bloque defensivo bajo del Betis, satisfecho con extraer un empate que, a tenor del despliegue de los blanquivioleta en el segundo periodo, pudo haberse transformado en triunfo local.
Concluyó en reparto de puntos. Uno se perdió, el que debió corresponder al conjunto de Rubi, por méritos y por la marca que plasmó en el campo. Jugó grande, digirió la adversidad, creció ante ella.