Un gol de Manucho da tres puntos importantes al Real Valladolid en un partido trabajado
La fe y la creencia aparecieron en Zorrilla en la mañana del domingo, cuando el equipo más las necesitaba. El partido contra el Almería se preveía muy importante, demasiado, como una final.
Ganar o morir. Pero si mueres, que sea matando. Muchas cosas hicieron acto de presencia en el Real Valladolid. Todo vale para sumar. Lejos de los nombres propios, que los había, el conjunto blanquivioleta fue un equipo.
El trabajo en grupo fue excepcional. Para salvarse hay que remar todos en la misma dirección. Las ayudas no dejaron de producirse cuando un compañero cometía un error.
Y si a todo eso le sumas las individualidades, lo bordas. Como lo hizo Manucho. El angoleño mostró su mejor versión para aportar de cabeza, con el pecho o con el pie. Con esta última parte del cuerpo consiguió un gol que vale oro.
Pronto se le puso el partido de cara al Real Valladolid, aunque antes hubo tiempo para llevarse un susto. El Almería marcó justo antes, pero el tanto fue anulado por fuera de juego. Los de Juan Ignacio Martínez empezaron a creérselo. En el césped estaban once jugadores que ya participaron la temporada pasada. Ese punto de veteranía y de entendimiento se trasladó en el campo.
Los blanquivioletas realizaron buenos minutos en gran parte del primer tiempo. De hecho, si no llega a ser por Esteban, la ventaja podría haber sido mayor. Cuenta el dicho que si no matas, te matan. Por suerte para el Real Valladolid, era Jaime el que tenía el cuchillo entre los dientes. Tuvo que sufrir, pero, a diferencia del partido contra el Rayo, aguantó el resultado hasta el descanso.
Los jugadores tenían que morir en el campo, como dijeron durante la semana. Y lo hacían. El problema es que no mataban. A punto estuvieron de conseguirlo nada más comenzar la segunda mitad. Aunque también pudieron morir, pero de otra manera, si los andaluces hubieran materializado una clara ocasión poco después. El Almería se dio cuenta de que si presionaba podía hacer daño a su rival. Pero ahí apareció la casta vallisoletana para impedir que el resultado se moviera.
Víctor Pérez, el de verdad, llevó al equipo hacia la victoria. Con Álvaro Rubio respaldándole y Larsson, Manucho y Guerra peleando balones arriba como si se fuera a acabar el mundo, todo hacía presagiar que el triunfo se iba a quedar en casa. Y si había algún problema venía Óscar a poner calma con el balón en los pies. El salmantino estuvo bien en los pases y ayudando el defensa, pero le volvió a fallar la puntería.
En el frente de guerra el Real Valladolid fue mejor, como a los puntos. Partido ganado de forma merecida. Los blanquivioletas volvieron a enseñar su cara más luchadora, se afilaron los dientes y salieron a morder a su rival. Aunque los de Juan Ignacio Martínez llevan lo del ‘culito apretado’ como forma de vida, ahora también se han hecho con el #creemos. El Pucela puede y quiere seguir en Primera División. Para ello todos tienen que creer. Desde los jugadores hasta los aficionados. Aquí, #creemos.