El Valladolid vivió una pesadilla en Nervión días después de emborracharse de felicidad venciendo al Barcelona

«Siempre hay un mañana», dice la gente mayor con más recorrido en la vida que Leslie Nielsen en películas ridículas. Es una forma de intentar que tengas la cabeza sobre los hombros y no te dejes llevar, para bien o para mal, por los impulsos.
En el fútbol ocurre algo parecido. Las sensaciones suelen dominar el factor extradeportivo de un deporte en el que habría que vivir al día y no de un pasado que sólo sirve para llenar páginas de historia y cuadernos de estadística.
El Valladolid ganó al Barcelona y el ambiente, que venía cargado de pesimismo, se convirtió en festivo. Normal y anormal a la vez. Normal porque vencer a un rival como el Barça puede pasar una vez cada diez años. Anormal porque la situación del Pucela es tan delicada que no conviene celebrar nada en medio de la batalla.
La borrachera de felicidad se transformó en una dulce resaca que acabó siendo amarga. Los futbolistas, resacosos -algunos más que otros-, perdieron en el Sánchez Pizjuán gran parte del crédito ganado anteriormente. JIM, también. Nada salió bien y todo salió mal. Hasta el arbitraje estuvo en contra.
El entrenador blanquivioleta apostó por la misma filosofía que ante el Barcelona. Mentiríamos si dijéramos que nos disgustaba la idea. La realidad es que “no tocar lo que funciona” es algo que todos firmábamos durante la semana. El problema estuvo en la nula capacidad de reacción que ofreció desde área técnica el bueno de JIM. Parecía ausente y taciturno, como si el partido no fuera con él. Sin embargo, la mayor parte de culpa estuvo en los futbolistas.
Los mismos que apretaron los dientes contra el Barcelona se mostraron incapaces de ofrecer el mínimo de intensidad exigible a un equipo de primera división. La resaca podía con ellos. A algunos sólo les faltaba pararse cada cinco minutos a beber agua y etiquetarse en las fotos de Facebook.
Y el sábado viene a Zorrilla el Rayo Vallecano. Otra final más para un Valladolid que parece dispuesto a llevar a sus aficionados al límite. Será un encuentro complicado a la vez que decisivo. Lo bueno es que ya no habrá resaca. O sí, quién sabe…