Tú, que enarbolaste tu bandera,
desempolvaste tu bufanda,
te despediste en casa
y fuiste a Zorrilla.
Tú, que andando al Estadio
con cada paso que ibas dando,
más te ibas creyendo
el propio milagro.
Camuflas nervios entre pipas.
Más rápido, más aún, come,
sueña, sabes que ya llega.
Lo oyes, es tu himno, empieza.
Destellos, comienza el partido.
Los ves, son ellos, son los grandes;
y frente a ellos, los tuyos,
esos que luego ves en el supermercado.
Y gol, ¡Rossi!, dámelo ‘Imperatore’.
Orgasmo profundo, trémulo,
convertido en lo mejor del fin de semana,
en el fin del sueño; comienzo etéreo.
Mientras algunos lloran lo perdido,
otros reímos por lo ganado:
siempre mayor a lo poseído,
nunca menor a lo deseado.
Sí, es nuestro equipo.
Sí eres tú.
Los dos por encima de todo,
los dos con un uno a cero.
Y de ahí al final,
hasta pasado el noventa:
la simbiosis, el sufrimiento,
la vigilia, el nervio, el todo.
Y tú, tú fuiste El Detalle.
Tú, que una vez más sufriste
al foráneo, al otro, al no morado.
Para ti, por siempre,
por que siempre estés,
como hasta ahora has estado.