Diego Costa al margen, el ariete malagueño es el segundo máximo goleador español con doce goles; el tinerfeño Pedrito es el primero, con trece

Sueño contigo, qué me has dado. Lo que ningún otro. 66 goles en tres años y medio luchando con mi camiseta, la de mi equipo, la blanca y violeta. Más bonita que ninguna. Esa que tú, Javi Guerra, que vistes con orgullo, pasión y cariño partido tras partido. Esa con la que has conseguido tanto: ser el máximo goleador de Segunda, un ascenso, una salvación y ahora… ser el segundo máximo goleador español –Diego Costa al margen–, con doce tantos.
Te pudiste ir, no lo hiciste. ¡Gracias! Antepusiste los intereses de tu equipo, ese que te lo ha dado –casi– todo en los últimos tiempos. Seguro que no fue nada fácil tomar esa decisión, pero aquí estás. A pesar de la carita triste con la que abandonaste las oficinas de Zorrilla el pasado 31 de enero no te has convertido en un pasota, en un desertor.
Trabajas, luchas y corres como el que más. En cada entrenamiento, en cada partido te dejas el alma por batir al portero de turno que tengas en frente. Jaime, Mariño, Keylor Navas, Víctor Valdés, da igual sus nombres. Tu único objetivo es perforar sus guaridas. Para mejorar o conseguir puntos vitales, qué más da. Tú, Javi Guerra, eres sinónimo de gol.
Eres clave para una parte de mi vida. El Real Valladolid. Que el 44% de los goles que ha marcado tu equipo –mi equipo– hayan sido tuyos te hace grande, especial, distinto. Anotar doce tantos en un equipo humilde y en toda una Primera División no es sencillo. Tú lo has logrado, y aún vendrán más en el poco tiempo que te queda por estas tierras castellanas.
Tú que llegaste de la nada. No tienes nada que envidiar a Pedrito. Lleva un gol más que tú, cierto, pero tu proeza es mayor. Esto no es Can Barça, «somos Valladolid». Tus doce goles, esos que te convierten en el segundo goleador español, alientan a la afición a seguir soñando con la salvación. Esa a la que contribuiste la temporada pasada con ocho tantos.
Pedrito a nivel nacional. Messi, Benzema, Alexis Sánchez o Griezmann en el internacional. Los dos primeros llevan catorce, los otros dos restantes quince y su nombre es coreado en estadios abarrotados de gente. Pero el tuyo, ese Javi Guerra, se grita desde el corazón. Serán menos almas, pero lo sienten de verdad y estarán siempre contigo. En las buenas y en las malas. Hasta que el Cardiff City u otro equipo nos separe.
Las ocho jornadas consecutivas que has estado sin marcar nos han hecho daño a todos, no solo a tu equipo, mi equipo. Esa ausencia de goles ha lastrado al Real Valladolid a cosechar resultados poco favorables. A la afición a caer en el desánimo e incluso la desolación. Pero volviste a mí, a todos. Tu tanto ante el Levante impidió que nos fuéramos de vacío, que siguiéramos resistiendo en este duro camino que es la salvación.
Muy pocas cosas se te pueden reprochar. Porque las hay. Una relación no es un camino de rosas pero con reproches a pocos sitios se puede llegar. Tuviste un momento bajo entre el 2012 y el 2013, pero juntos salimos del pozo y logramos nuestro objetivo: la salvación. Ahora vuelves a ser el que fuiste en los primeros años.
Ese goleador nato que no solo me enamoró a mí, sino a toda una afición. Tus goles nos han dado mucho, demasiado. Nos has malacostumbrado. Y ahora toca rematar la faena. Poner punto y final a esta bella historia de casi cuatro años con un bonito beso. Tierno y dulce como es el sabor de permanecer un año más en Primera División.
Como decía, o más bien cantaba el gran Nino Bravo «de por qué te estoy queriendo no me pidas la razón, pues yo mismo no me entiendo con mi propio corazón». El ascenso, tal vez. La salvación, puede ser. Tus goles, quizá.