Dos goles del Atlético de Madrid, en los primeros cuatro minutos de partido, sepultan a un Real Valladolid inocente en ataque
Con la mentalidad retraída desde antes siquiera de pronunciar algún argumento que los avalara. El Real Valladolid arrojó el partido por el acantilado de la inferioridad a los cuatro minutos. En la primera jugada, a balón parado, el Atlético de Madrid extrajo el primer tanto, obra de Raúl García. Esquemas revueltos, abandonados cuando, dos minutos más tarde, el cuadro de Simeone aprovechó un contragolpe conducido por Diego Costa. El exblanquivioleta ganó la carrera a Mitrovic y envió, en una vaselina, la pelota al interior de la portería, ayudada por una salida errónea de Mariño.
El Valladolid, conmovido por lo que contemplaba, no encontraba ninguna respuesta al repentino embate encajado. Juan Ignacio había reforzado el centro del campo con tres mediocentros –Rossi y Víctor, flanqueados por Rubio- para segar la circulación interior que proporcionan, de forma eminente, Koke y Arda. Pero nada servía, salvo reclamar el retorno de ese espíritu tintineante que ha acompañado al conjunto blanquivioleta cuando estaba a punto de ser desahuciado. Y no apareció.
El Atlético de Madrid persistía en la generación de ventajas numéricas en la banda derecha, defendida por un desbordado Carlos Peña, a consecuencia de la tendencia de Diego Costa a hacer el dentro-fuera y a la perspicacia de Arda Turan para comprender que la faceta defensiva de Omar no representa una de sus mejores cualidades.
Impulsados por la posibilidad de cerrar el duelo antes de que llegara el descanso, los rojiblancos iniciaron una presión alta que retrasaba el despliegue ofensivo del Real Valladolid, el cual no comenzó hasta después del primer cuarto de hora. Las circulaciones de los blanquivioleta, entonces, dejaron de derretirse como el hielo mirado por el sol, pero, inocuas, no conllevaron apenas inquietud a Courtois. La comodidad del equipo entrenado por ‘El Cholo’ aminoraba el espectáculo; evidenciaba el control al que sometía a los jugadores pucelanos, cuyos obstáculos para producir ocasiones de gol se maximizaron, aunque mantuvieran la posesión de la pelota.
La carencia de peligro en el área atlética propició que Juan Ignacio, después del descanso, introdujera a Humberto Osorio, autor de un doblete en la anterior jornada, por Omar –aquejado de unas dolencias-. La disposición de los futbolistas pucelanos, igualmente, sufrió variaciones, ya que Larsson, inadvertido en banda derecha, permutó a la izquierda. La doble punta no fue tal, ya que Osorio partía desde zonas exteriores para correr entre líneas y conectar con Guerra, mientras que Rossi aprovechaba el espacio dejado por el cafetero para desplazarse al interior derecho.
El sistema, semejante a un 1-4-3-3, proporcionó más dominio del espacio y del balón al Real Valladolid, que pudo asentarse, por momentos, en campo de un Atlético decidido a contemporizar y a atacar los huecos dejados por las líneas avanzadas del bloque pucelano. En un partido más avivado, por el contrario, las opciones blanquivioletas no aparecían, salvo un disparo acrobático de Guerra al interceptar, en el aire, un pase aéreo de Rossi.
Diego Pablo Simeone, que contemplaba a los suyos acomodados en su territorio por el resultado, tomó la decisión de dar un giro al tiempo que restaba para la finalización del partido más corto de la temporada. Dio entrada a Diego Ribas, que juntó a su equipo a mayor altura que hasta entonces y complicó la estrategia defensiva del Real Valladolid en los saques de esquina.
El balón que impactó en el travesaño de Mariño, a la salida de un córner botado por el mediapunta brasileño, fue el preludio del tanto de cabeza de Godín, tercero y concluyente. El defensor se alzó sobre Osorio y desvió la parábola dibujada por Diego hacia la meta pucelana.
Desde entonces, el conjunto blanquivioleta buscó cauces para disminuir la ventaja atlética, a través de centros laterales dirigidos a Manucho –quien sustituyó a Guerra en el 78’-. Sin embargo, la ceguera en el último tercio de campo no se disipó, aunque el Real Valladolid dispusiera de fases de buen fútbol.