Jeffrén, aun siendo zurdo, acostumbra a jugar por el costado diestro del ataque. Además de en el buen manejo de las dos piernas, destaca por su rapidez y habilidad con el balón en los pies
Cuando Pep Guardiola llegó al Fútbol Club Barcelona, se encontró con un gran problema: tener que fusionar dos plantillas, una decadente que había descendido a Tercera División y otra pujante, que había competido a buen nivel en esa categoría, o bien venía empujando desde el Juvenil.
En el primer grupo había jugadores que, a pesar del descalabro, prometían, como Marc Valiente, Marc Crosas, Giovani dos Santos, Jeffrén Suárez, o Bojan Krkic. En el segundo, otros como Sergio Busquets, hijo del que fuera guardameta del primer equipo, o Thiago Alcántara, primogénito de Mazinho.
El marrón fue doble debido a que la Tercera no era lugar para el plantel ni para muchos de los jugadores que lo conformaban. Así, Pep no solo tuvo que hacer un proceso de selección acorde al ideario que quería implantar, sino también a las apetencias de los que podían ser sus pupilos, ya que algunos pensaban que tenían hueco siquiera un escalón más arriba.
Uno de ellos era Jeffrén, un extremo zurdo, hábil y rápido que ya había debutado con el primer equipo. Un atacante que se ajustaba a lo que Guardiola buscaba para jugar en vanguardia: desequilibrio, capacidad de apurar línea de fondo, de venir a dentro a asociarse y de morder al rival cuando perdiera el balón. Y, en estas, tuvo que recomendarle que no saliera, que juntos podían crecer y ascender.
Así lo hizo y así lo hicieron. Tan bien consideró la dirección deportiva que lo había hecho el técnico que al año siguiente subió al primer equipo. El hispano-venezolano, que había marcado seis goles en treinta partidos, jugó veinte en Segunda B, en los que hizo cinco tantos. Tuvo, además, una exigua participación en Primera División, que aumentó al curso siguiente, en la que fue, ya de pleno derecho, jugador del primer equipo.
La competencia y las lesiones se lo llevaron por delante, y apenas se le vio durante las dos temporadas que, de nuevo, estuvo a las órdenes de Guardiola. Fue suficiente, sin embargo, para que se destapase como un jugador de élite; como un extremo marca de la casa. Si jugaba por la derecha, acostumbraba a lanzar el eslalon hacia zonas interiores y dejar el costado para Alves. En la izquierda, solía aprovechar que la zurda es su pierna hábil para crear superioridades o centrar desde la línea de fondo.
Ya en en el Sporting Clube de Portugal, no ha jugado apenas en su perfil natural, propiedad de Diego Capel los dos últimos cursos. Por norma, ha sido utilizado como revulsivo y apenas ha jugado dos partidos completos, en buena medida, debido a que diferentes problemas musculares no le dejaron tener continuidad durante su primera campaña como leonino.
Esta cuestión puede resultar preocupante, si bien esas lesiones, por norma, no han sido de extrema gravedad. Junto a ello, además, cabe destacar que Jeffrén incluso llegó a tratarse con un especialista, como reconoció hace casi un año en una entrevista para el diario AS –en la que, dicho sea de paso, mostraba de manera abierta su predisposición por salir del Sporting, a pesar del giro que pudo haber supuesto el cambio de presidente–.
Arriba a Valladolid inactivo en lo que a minutos de juego se refiere, ya que la poca continuidad que tuvo con Domingos Paciência, Ricardo Sã Pinto y Jesualdo Ferreira ha tornado en una total ignorancia hacia él por parte de Leonardo Jardim. Sin embargo, sí se ha estado ejercitando, con el Sporting B, de la Liga2 Cabovisão (segunda división lusa).
Lo hace para ocupar –previsiblemente– el costado derecho del ataque, ese en el que es capaz tanto de ser ancho y profundo como de aparecer en la zona intermedia, entre el central zurdo y el lateral izquierdo, y más cercano a la mediapunta, un hábitat que, de ser explotado, por medio de su habilidad en el regate y de su velocidad, detentará en su lucimiento y el de Antonio Rukavina, a quien, está demostrado, sienta bien el espacio.