El ex del Real Valladolid triunfa en el Guadalajara después de que se le negase la enésima oportunidad en casa.

Allá por el mes de mayo, cuando ya se sabía -o intuía- que el Real Valladolid iba a continuar una semana más en la máxima categoría del fútbol patrio, un aficionado inquirió a Miroslav Djukic, por entonces técnico, sobre los jugadores del Promesas que harían la preparación para la nueva temporada con el primer equipo. El serbio, que todavía no había confirmado su marcha del club, echó balones fuera, salvo en lo tocante a Quique González.
El punta con nombre de cantautor estaba completando una gran campaña en el filial, sellada con diecinueve goles en treinta partidos a pesar del titubeante inicio, en el que no fue titular debido a que tuvo pie y medio fuera del club y no estaba prevista su incorporación al conjunto que dirigía Javier Torres Gómez.
Fue el clavo ardiendo al que agarrarse para poder competir después de que se fuera al traste la anunciada cesión al Guijuelo, de la Segunda División B, seis semanas después de que arrancase la competición en Tercera División. Aunque este hándicap no importó. Desde el primer minuto sobre el verde, se vio que el curso no iba a ser en vano; que estaba mentalizado para comandar al equipo en la dura pugna por la promoción de ascenso y buscar su mejor año como profesional, algo que a la postre lograría.
Volviendo de nuevo la mirada atrás, uno se encuentra a Quique ejercitándose con el primer equipo, ese que dirigió dos años Djukic. O junto a él, mejor dicho, pues el entrenador balcánico, el mismo que le abrió la puerta en mayo, se la había cerrado en dos periodos estivales de manera consecutiva; a cal y canto, impidiéndole siquiera ser uno más en la lucha por un puesto en el equipo.
Después de debutar con el equipo en Segunda División en la temporada 2010/11, se erigió como favorito a formar parte del grupo de canteranos que cabalgarían entre los dos principales conjuntos del club, lomos que finalmente no le fueron asegurados, por lo que terminó saliendo cedido a la Unión Deportiva Logroñés, donde, cierto es, no consiguió hacerse un hueco.

‘El Zorro’ vs ‘Predator’
Anunciada en los primeros días de junio la salida de Miroslav Djukic del Real Valladolid, a Quique se le abrió la puerta que el almirante había dejado entreabierta en aquel videochat de El Norte de Castilla.
Firmado Juan Ignacio Martínez, un entrenador que había contado en su pasado reciente en el Levante con canteranos de un perfil semejante al del vallisoletano, una nueva oportunidad de llegar a la élite vestido de blanco y violeta se vislumbraba en su horizonte. Aunque luego resultaría no ser más que una visión, algo así como un oasis para el sediento en el desierto; el tercer en su trayectoria.
Antonio Gómez entendió que no era el ariete que buscaba. Djukic, que no tenía cabida en su poblada zona de tres cuartos. Y el recién llegado, junto a la dirección deportiva, a pesar de contar con un vacío en el extremo derecho, donde solo estaba -y está- Patrick Ebert, no lo vio ni en un lado ni en otro. Menos aún después de la llegada de ‘El Zorro’ Osorio.
Después de participar en varios partidos de pretemporada, cuando el culebrón cafetero se resolvió, fue el colombiano el que viajó a Cagliari mientras Quique trabajaba en solitario en Los Anexos, descartado por tercera vez. Alejado del mundo, se le volvió a cerrar la puerta, ya definitiva, pero él decidió abrirla… para salir.
Ya resignado a que no alcanzaría la gloria en casa, en el club que le formó durante diez años y al que tanto arraigo tenía -y tiene-, el delantero rescindió y decidió motu proprio su futuro. Y en estas apareció el Guadalajara, equipo recientemente descendido a la Segunda División B por irregularidades en su proceso de conversión en Sociedad Anónima Deportiva. Y allí se convirtió (se está convirtiendo) en ‘Predator’.
En lo que va de temporada, el exblanquivioleta ha conseguido anotar quince goles, dos en la Copa Federación y los restantes en Liga, con la consumación de un hat-trick ante el Cacereño el pasado fin de semana que ha sido portada en multitud de portales informativos de Castilla-La Mancha, en las secciones de deportes de los diarios impresos y en multitud de informativos.
Este buen hacer, como delantero centro, le ha valido no solo para alcanzar esta repercusión, sino para ganarse a una afición que tuerce por él en redes sociales como su nuevo ídolo, también fuera del campo, donde su timidez y modestia no impide que haga muestra de su afabilidad y simpatía. Y para ganarse ese pseudónimo, el de depredador, del área, donde ha terminado por encontrar su sitio.
En el conjunto alcarreño ha terminado por convertirse en el ‘nueve’ que prometió ser el pasado curso en el Promesas, después de varios años de indeterminación en la línea de mediapuntas. «¿Qué es Quique?», se preguntaban muchos en las inmediaciones del Nuevo José Zorrilla en los últimos años. «No es un ‘nueve’, tampoco un ‘diez’, no es un extremo ‘real’…», decían.
Ahora es más. ‘Predator’, lo llaman, un apodo que habla de su voracidad de cara a puerta y del liderazgo y ganas por encontrar su hueco. Negado en el Real Valladolid, en su casa, el el Club Deportivo Guadalajara parece haberlo, por fin, encontrado.