Lo visto el viernes noche en Zorrilla vuelve a congelar a una afición que tuvo que soportar un partido pésimo y un frío nada agradecido.
Hace unos días, en La 2 de TVE emitieron un documental (de esos que devorábamos en nuestra niñez) en el que se mostraba como un coreano llamado Park (que allí es nombre propio pero muy común, algo como Pepe) se mantuvo durante siete meses en un refugio invernal con temperaturas por debajo de los treinta grados bajo cero con el único fin de filmar al casi extinto tigre siberiano. Con el asombro propio de años atrás, no me podía creer lo que ese hombre hacía por su profesión, dije para mí: «¡Es un héroe!».

Días más tarde he comprobado que él, tras meses de hastío en la estepa logró su propósito, y hoy es reconocido por los naturalistas como uno de los personajes más destacados a nivel mundial, pero, en cambio, los aproximadamente 7.000 héroes que el viernes noche se dieron cita en Zorrilla no obtendrán ningún grato recuerdo del partido frente al Rayo Vallecano. Así es la vida.
Mientras las ilusiones se extinguen sin que haga falta ningún furtivo que aceche, esta afición se congela, y lo hace a un ritmo vertiginoso. El que pase el Pisuerga cerca de por donde uno vive, no le vale a Pepe para no helarse en Zorrilla. Este equipo no transmite nada, y menos calor a la grada. Podríamos ser más puntuales, y ceñirnos solo al partido copero, pero son demasiados encuentros ya los que nos soplan las orejas.
Y ante esto, ¿qué puede hacer el aficionado? En días como ayer… poco, nada. Abrigarse bien, y si es de su gusto, calentar un poco los dedos de las manos tecleando el móvil, buscando la última metedura de pata de excancerberos blanquivioleta (y no es Jacobo esta vez) o como, aprovechando que es el Rayo quien visita, buscar cómo ha preparado el partido Cristina Pedroche.
Víctor Pérez y Óscar González, dos esperanzas en el horizonte. Deberían ser algo diferente, sobre todo si llegan a tiempo. Algo nuevo que llevarse a la boca, porque hemos probado ya todos los platos, y algunos repiten. Master Chef en estado puro, soplándole a la sopa fría.
Nada nuevo en el frente ruso. Seguimos sin saber lo que buscamos, con lo que lejos estamos de saber dónde hacerlo. El equipo no es más que una agrupación de once futbolistas que quiere, pero no puede. Ojalá estas palabras sean demasiado oportunas, y que tanto el que escribe como el que lee se las traguen. Se las traguen como se tragaron el viernes una ‘patata’ infumable de partido. En la estepa, continúa el frío.