El Real Valladolid logra un punto muy valioso en Los Cármenes tras un partido en el que se mostró inferior ante un desacertado, pero vehemente, Granada. Jaime Jiménez fue el mejor del conjunto blanquivioleta; El-Arabi, el más incisivo del bando nazarí.
La actuación de los blanquivioletas frente al Getafe la pasada semana asentaba los ánimos, endulzaba el ambiente deportivo y hacía encarar la semana con la confianza suficiente para alcanzar los últimos metros hacia la meta en Los Cármenes. Djukic, entonces, planeaba permutas, introduciendo a Jaime Jiménez como titular bajo palos, situación que desde la jornada séptima de Liga no se vivía; a Víctor Pérez, de inicio en la medular después de la fractura de peroné que lo mantuvo sin tocar un balón desde enero; y a Guerra volvía a ocupar la referencia del ataque pucelano. Diferente traje, pero mismo fin: desenterrar alegrías de suelo andaluz y traerlas a Zorrilla.
Y, en cierta medida, así ha sido, aunque las vestimentas se hayan rasgado demasiado y, fruto del mal partido del equipo de Miroslav Djukic, no sirvan para posteriores citas. Porque el Real Valladolid recordó, de nuevo, al bloque bastante sólido en fase defensiva que acostumbra, pero inoperante en el apartado ofensivo; a un conjunto dominado por la parsimonia y por un rival que percibe, muy cerca, el maloliente hedor del descenso.
Las urgencias impulsaron a un Granada que comenzó a odiar a Jaime Jiménez demasiado pronto, ya que desde los primeros instantes de partido, los jugadores nazaríes emplearon la verticalidad para ganar metros al Real Valladolid, jugar en su campo y construir las primeras ocasiones claras de gol que el guardameta ciudadrealeño desbarataba con acierto. Al igual que Jaime, los jugadores pucelanos, situados bajo un dibujo en el que Óscar ocupaba el costado izquierdo y Larsson se ubicaba detrás de Guerra, basculaban y ofrecían ayudas defensivas que facilitaban la recuperación de balones. Pero no era paraíso para el juego de combinación, anulado por la presión conjunta del Granada y el ímpetu ofensivo que exhibían desde los tres carriles, sin recompensa.
El Real Valladolid no encontraba las asociaciones que le permitieran ir escalando hacia campo rival y, como respuesta, solo obtenía un torrente de ocasiones generadas por Torje en la banda derecha, Ighalo y El Arabi -quien dispuso de más ocasiones para anotar- en zonas interiores y Nolito en el sector zurdo. Cuatro futbolistas que nublaron toda pretensión del conjunto blanquivioleta de intentar ser el que dominó hace tan solo una semana y alimentaron en la hinchada pucelana la idea de que era partido de sudor y desquicio. Solo el negativo bagaje de los rojiblancos en zona de finalización mantenía al Real Valladolid con argumentos para sumar.
La desértica actuación en ataque del Real Valladolid en el primer periodo se reflejó en que el portero granadino, Roberto, no recibió ningún disparo por parte de los futbolistas vallisoletanos, mientras que Jaime sostenía el marcador a cero al descanso. Tras él, el equipo castellano enseñó con timidez segmentos del juego que le había llevado a conseguir 38 puntos antes de su visita a Granada. Un juego que necesitaba pasar por Óscar, quien se introdujo en la media punta para tejer los ataques posicionales que no se observaron en toda la primera mitad.
Pero el Granada continuaba llevando la iniciativa hasta sus últimas consecuencias, y una de ellas derivaba en los espacios generados a espaldas de la línea defensiva granadina. Espacios que, de forma astuta, captó Larsson, quien inició una carrera en busca de un balón largo que terminó en falta. Un libre directo que Patrick Ebert iba a convertir en genialidad, trazando con su diestra una parábola que entró por la escuadra de la portería de Roberto y despertó al Valladolid, siquiera unos minutos, de su flojedad.
El tiempo que requirió el conjunto rojiblanco para despojarse del impacto de un gol así y volver a dominar el encuentro. Movimiento clave en el mantenimiento del dominio granadino fue la entrada del argentino Buonanotte por Torje. Con su zurda complicó el serio entramado defensivo blanquivioleta, y por ella llegó el gol del empate, a raíz de un centro lateral del avispado mediapunta que El Arabi transformó en un tanto que la afición andaluza preludiaba antes de tiempo.
Visto que el Real Valladolid no podía desprenderse de su repliegue bajo, Miroslav Djukic dio entrada a Sastre por Óscar para formar una línea de tres mediocentros y anular las opciones del Granada que nacían entre líneas. Un tapón que no ensuciara más un traje que al Real Valladolid no le sentó nada bien, máxime después de haber triunfado, y de haber sido Valladolid, pocos días antes.
El final de la historia deja un punto que empuja un poco más hacia la meta al Valladolid y deja padeciendo al Granada; a un Jaime reinvindicativo; y a un Víctor Pérez que volvió a portar una camiseta que lo echó de menos en su 2013 de ausencia.