Otra nueva derrota del Pucela, que claramente complica el futuro en Primera División a los de Álvaro Rubio. Una derrota que empieza a ser descriptiva del destino de un Real Valladolid al que, poco a poco y en medio de la desoladora decepción de una nueva temporada melancólica. Quedan once fechas para darle la vuelta a una situación que, en el horizonte, parece imposible. En un partido marcado por las imprecisiones, la falta de intensidad y la escasa capacidad para encontrar vías para dominar ante un Valencia superior en todas las fases de juego. Analizamos cuáles fueron las claves de la derrota en Mestalla ante un rival superior pero lejos de ser infalible.
Nula capacidad para construir desde la base
El Valladolid no encuentra en sus centrocampistas la capacidad para sacar el balón. No parecen estar capacitados para llevar la manija de un centro del campo que defensivamente les exige demasiado y que en construcción les queda grande. Un verdadero caos para superar líneas de presión y un claro hundimiento del equipo en pos de no perder la bola. Y esa realidad, inexorablemente, en casi todos los casos, lleva a perder el balón.
Se echa mucho de menos un perfil que ayude a dar un nuevo paso adelante, escalonando la salida de balón y facilitando la presencia en campo contrario. Aunque Álvaro Rubio refuerza en rueda de prensa que existía una posición de enganche, desde luego no funcionó para darle salida a Grillitsch, tremendamente desaparecido y apático todo el partido, y Nikitscher, superado en todo, más por exceso de responsabilidades que por incapacidad.
Un sistema que cierra puertas y fomenta la previsibilidad
Si bien es cierto que el 1-4-4-2 refuerza la posición de las bandas del Real Valladolid, sí limita la capacidad de los roles elegidos para, naturalmente, librarse de la presión rival. No es muy intenso el Valencia a la hora de apretar, pero su constante presencia en campo contrario facilitaba una reacción tras pérdida que hundía más, si cabe, a un Valladolid que no encontraba el camino. Un equipo plano, que no conseguía progresar y cuyas líneas no lograban mantener una conexión loable.
Sí, los dos delanteros a veces facilitan la realidad ofensiva, siempre que existan centros al área que puedan ser aprovechados. La realidad es que es uno de los partidos en los que más activo se vio a un Latasa que remató en cuatro ocasiones, incluida la del gol. En cambio, Iván Sánchez volvió a ser invisible en banda derecha, siendo el que menos veces la tocó, solo por detrás de Marcos André y Latasa (y el que menos pases logró conectar, incluso por debajo de Anuar, suplente).
Por supuesto, Raúl Moro fue de nuevo el motor ofensivo del Real Valladolid (un 45% de las acciones ofensivas vinieron de su lado), pero ya no es novedad. Raúl Moro suele serlo independientemente del sistema. Un Raúl Moro que, al acabar el partido y después de darlo todo, mostraba estar completamente roto.
Vuelve a fallar todo en defensa
El primer gol es evitable, ya que hay dos jugadores del Valladolid involucrados en una acción de salida de balón o despeje claramente mal gestionada y que fomenta que el balón le caiga, precisamente, a uno de los jugadores que menos fallan en esa zona del campo. Diego López aprovechó el atolondramiento y el rebote para marcar en un uno contra uno de libro ante Hein. Pero lo que realmente argumenta la endeblez de esta defensa, a nivel mental y deportivo, es la jugada del segundo tanto ché.
Hay seis errores fundamentales. El primero, no encimar al Valencia en su pase atrás, propiciando que, una vez más, tengan libertad para buscar la espalda de una defensa que, en ese momento, estaba intentando dar un paso adelante. El segundo, en el caso de Javi Sánchez, saltar a la presión a medio campo en una jugada en la que el central no debe precipitarse para evitar precisamente lo que pasó. Ese hueco es perfecto para que, tras el pase, ocurra el cuarto error, nacido de la escasa capacidad de Cenk para medir distancias y, una vez ganada la posición, pudiera quitarse el balón de encima. El quinto viene de Hein, que no sale a blocar ese balón, confiando de más en los compañeros y en su capacidad para frenar la acción. El sexto, irremediablemente, es para Luis Pérez, al que se le pide que encime al contrario o vaya a por el balón en vez de marcarle a Hein con vehemencia el lugar donde se encuentra el balón, justo antes de que Sadiq pudiera batir al portero blanquivioleta.
Conclusión
Una serie de catastróficas desdichas que dificulta mucho la posibilidad de competir en igualdad de condiciones en un torneo muy exigente. Tres claves que se podrían convertir en más en un partido en el que el Valladolid volvió mostrar los porqués de su posición en la tabla y la distancia con sus inmediatos rivales. Este Pucela sigue lejos de poder sentirse cerca del claro objetivo de la temporada: Sobrevivir.