Raúl Moro nació en Barcelona y creció futbolísticamente en Roma. Pero a día de hoy, su corazón es tan vallisoletano como el de cualquier habitante de la capital del Pisuerga. El extremo ha demostrado compromiso y respeto por los colores y el escudo que representa desde que llegó. Pero, sobre todo, esta temporada, en la que estuvo a punto de salir en invierno, pero una rotura en la clavícula frenó su traspaso. Tras pasar por quirófano, el jugador aceleró para regresar cuanto antes, sabedor de la dificultad de la situación que atraviesa el Real Valladolid, y a pesar de que en la próxima ventana de fichajes tiene la puerta abierta para dar un salto cualitativo en su carrera.
Ese sentimiento de amor por la causa volvió a aflorar tras la derrota contra el Valencia. Después del pitido final, Raúl Moro arrancó a llorar. Se acercaron a consolarle varios jugadores, tanto compañeros como rivales. A pesar de que el volumen ofensivo del Real Valladolid fue pobre, él fue protagonista en la mayoría de intentos de atacar, como viene repitiéndose a lo largo de toda la temporada.
Este acto es el reflejo de la situación anímica de Raúl Moro y del resto del vestuario. La salvación tras el último encuentro parece inalcanzable. Álvaro Rubio habló tras el choque de estas lágrimas. «Las lágrimas creo que son más de frustración que de otra cosa; de intentarlo, de querer, de empujar y ver que no puedes», afirma el técnico.
El Real Valladolid ha sufrido un duro golpe del que deberá reponerse cuanto antes para agarrarse al clavo ardiendo de las matemáticas. La semana que viene, el Celta visita un José Zorrilla que ahora mismo está desencantado. El sentimiento de Raúl Moro en estos momentos es el mismo que tiene cualquier aficionado blanquivioleta a falta de once jornadas para el final de liga.