Tras una temporada aciaga, el Real Valladolid se enfrentará al Atlético de Madrid el sábado a las 18:00 horas, buscando tres puntos que podrían mostrar un ápice de orgullo y dignidad en el ocaso de una Liga para olvidar
Quienes gustan de la épica podrían parecer satisfechos ante una temporada finalizada en casa, ante el líder de la competición, buscando los puntos que falten para la salvación ante su gente, vibrando con el ánimo de las gargantas que osen acercarse, en el último de los días posibles, a sufrir, gritar y disfrutar en una grada llena de esperanza. Pero la épica no se ha dado cita en esta última jornada de LaLiga. Incluso parecería que ni la alineación completa de todos los planetas necesarios para la salvación dejarían cierto regusto a triunfo habiendo vivido una temporada como la que se ha vivido en Pucela. Ni el estadio estará lleno de fervientes seguidores confiando en el desempeño de su equipo ni la situación parece sonreír a un Real Valladolid cuyo barco lleva naufragando meses a pesar de las voces que afirmaban navegar con solvencia.
Esta vez, el equipo de Sergio González se alineará por última vez esta temporada ante el Atlético de Madrid del ‘Cholo’ Simeone, un equipo que ha pasado en el primer puesto de la competición gran parte del año y que necesita confirmar en el José Zorrilla que las sensaciones eran acertadas, que este era el año para los seguidores atléticos. Una temporada atípica. Si no por los parones, sí por la ausencia de quienes ponen el alma en los estadios.
Discutir en Twitter sobre algo que vemos solo desde una pantalla nos enfrenta a realidades que poco tienen que ver con lo que pasa en el campo pero se sufre en la grada. Esa distancia nos hace menos poderosos, menos sensibles, menos capaces. Nos quita poder de decidir si lo que vemos es digno o si la realidad nos augura un futuro aciago. En esa circunstancia, en esa distancia a la hora de mirar el verde, la solidez otrora lograda ha dado paso a las dudas y a las malas vibraciones. El Valladolid parece hoy equipo de Smartbank y lo más grave es que estos tres puntos ante el líder, de lograrlos, podrían ser también insuficientes.
Llega el Real Valladolid con dudas parecidas a las mostradas durante toda la competición. Sabiendo que el esquema no da garantías, se mira al rival y se decide cómo encarar las circunstancias adversas que pueden hacer daño y tratar de medir el poder que tenemos ante sus debilidades. Con la dificultad que entraña siempre hacer cábalas sobre quién, cómo y dónde en las alineaciones previas, el equipo blanquivioleta puede formar en los habituales 1-4-4-2 o 1-4-2-3-1, o con recursos más ambiciones como los 1-3-5-2 o 1-3-1-4-2, dibujos que ya darían una pista acerca de las intenciones del equipo y de los roles exigidos ante un líder eficaz a la hora de evitar riesgos atrás.
Yendo a piezas específicas, con la baja de Roberto por sanción, es seguro que la portería la ocupará Masip. En ataque, tras varios partidos mostrando una versión más discreta de la habitual, Weissman puede necesitar un compañero arriba que le marque los tiempos y le cree los espacios, acercándonos a esas formaciones de dos delanteros que puedan reforzar la actuación del israelí. Junto a él, salvo sorpresa, podría formar Marcos André, que a pesar de su evidente falta de ritmo, ha demostrado seguir teniendo olfato de gol. La baja de Alcaraz complica las quinielas pero se cuenta con un esencial, Roque Mesa, que formará, dependiendo del dibujo, con un cuestionado Fede San Emeterio o con el canterano Kike Pérez, o incluso creando conexión con Joaquín, quien puede tender a ser ese enlace entre defensa y centrocampistas.
Las dudas reales, dado el nivel mostrado ante la Real Sociedad, parten de la defensa. Si bien la defensa de tres centrales (Javi Sánchez, Joaquín, El Yamiq presumiblemente) da ciertas garantías a la presencia de los laterales en el juego ofensivo (salvo sorpresa, se utilizará la velocidad de Janko y la calidad de Olaza), existen dudas por el dibujo elegido. La presencia de Toni Villa, uno de los iluminados en los últimos dos encuentros, marcaría de manera casi definitiva los planes constructivos de un equipo carente de imaginación, y la presencia de la duda (por problemas físicos) de Orellana marcaría también si se juntan los ‘jugones’ o se sigue confiando en la verticalidad de las bandas y de la solvencia y el oficio de hombres como Óscar Plano.
El equipo que formará en frente no será sencillo. Suele pasar cuando te lo juegas todo a una carta. El Atlético de Madrid sí depende de sí mismo y llega a la capital pucelana con ganas de Neptuno y de celebración (con distancia de seguridad y con mascarillas). Las dudas en el ‘Cholo’ durante momentos de la temporada no ha molestado a una plantilla que con solvencia ha ido dejando atrás rivales por LaLiga. Queda el peor, el suyo, el gran rival colchonero. El Real Madrid amenaza con quitarles el premio final. Ese vaso de agua en medio del desierto. No será fácil por tanto que las piernas flaqueen a jugadores con la experiencia de los que alineará en Zorrilla el conjunto rojiblanco.
El Atlético de Madrid que se la jugará en feudo blanquivioleta quizá es el más variable en cuanto a dibujo de las últimas temporadas. Por ello, es difícil acertar el elegido para poder formar ante los de Sergio. Si bien ante Osasuna ofrecieron un clásico 1-4-3-3, ha sido habitual ver a Simeone optando por una defensa de tres que diera consistencia al mediocampo y sobre todo que apoyara por bandas a una pareja de delanteros que también ha variado por necesidad y por rendimiento.
Si es por apostar, lo haría a un probable 1-3-5-2, donde Hermoso, Felipe y Giménez formaran por delante de Oblak y donde Koke tuviera el protagonismo de ser eje unos pasos por detrás de Llorente y Saúl, con mucho vuelo y solvencia a la hora de asomarse a la frontal del área rival. En las bandas, las flechas habituales, Ferreira Carrasco y Trippier, tratando de servir balones y oportunidades a Ángel Correa, uno de los grandes nombres de este año del Atlético, y Luis Suárez, el gran goleador colchonero (20 goles en 31 partidos), que quiere otra liga más en su haber. La única ausencia de Lemar, aquejado de problemas musculares, complica de alguna manera optar por un once firme, pero las aspiraciones del Atlético de Madrid a un título que está al alcance de la mano parece comprometer a los de Simeone a un partido semejante a cualquier final, donde las mejores piezas formen en el césped para dejar lo menos posible al azar.
Una temporada dura y una liga en la que parece necesario acabar con drama. Si bien todas las temporadas tienen lágrimas, de emoción, de alegría, de tristeza o de impotencia, de unos y de otros, parece que el José Zorrilla quiere ser testigo de excepción de muchas de esas. Los noventa minutos reglamentarios y los que quiera añadir el colegiado Sánchez Martínez albergarán todas las opciones para las lágrimas que verán los asientos vacíos del recinto blanquivioleta. Todo parece indicar que se verán muchas, de todos los tipos, pero un partido más, un fin de semana más, se deberá hacer desde la distancia, tratando de controlarnos en los bares, en las casas, delante de la pantalla o pegados a la radio, sabiendo que el Valladolid tiene muchas papeletas para afiliarse al llanto terrible del descenso. Ese descenso que dejará bajas y dejará recuerdos.
Una temporada en la que el duelo no puede ser más antagónico. Gloria o decepción. Euforia o desesperación. Dos caras de una misma moneda en dos equipos que, encerrados en los muros de estadios vacíos han ido viviendo un desarrollo de la temporada muy distinto, sabiéndose dueños sólo de los pasos dados y no de los que quedan por dar. De esos destinos de los que solo serán dueños cuando toque dar el siguiente, sólo el siguiente. Y en este duelo, se darán todos esos, ya no habrá más. En este partido, acaba todo. Unos por la gloria, el éxito y el amor de los suyos. El otro luchando más por el orgullo que por la esperanza.