A pesar de la revolucionaria llegada de Marcelino al banquillo de San Mamés, los leones no han sabido responder en los momentos clave de la temporada (sus dos finales de Copa del Rey) y parecen tocados en la fase final del curso

Las urgencias del Real Valladolid hacen mirar con cierta desconfianza el nivel de los rivales que restan en LaLiga. En el caso del siguiente rival, el Athletic Club, se puede ver un equipo que, a pesar del cambio de entrenador, vive un momento dubitativo en la presente temporada. Las malas sensaciones de las últimas semanas, acrecentadas, sobre todo, por las dos finales de Copa del Rey perdidas ante Barcelona y Real Sociedad, han enturbiado la esperanzadora llegada de Marcelino García Toral.
La contratación del técnico asturiano cambió radicalmente la imagen de un equipo que parecía destinado a mejores cosas que las mostradas a los mandos de Garitano, pero sólo la última victoria ante el líder, el Atlético de Madrid, ha conseguido hacer sonreír un poco a la parroquia bilbaína. Con personalidad, pragmatismo, orden y mentalidad ofensiva, Marcelino dibujó un Athletic que, a pesar de las dudas recientes, parecían mostrar un equipo revitalizado que puede volver a aparecer.
Para hablar del Athletic Club de Marcelino, partamos de su sistema preferido. Tendente al 1-4-4-2, el técnico asturiano trata de combinar el equilibrio del propio dibujo con una serie de instrucciones sencillas que potencian la efectividad de su fase defensiva y, por lo tanto, de la base de su idea táctica con el equipo vasco. Más allá de que lo visto en otros equipos bajo su mando, quizá más dotados técnicamente, Marcelino ha sabido siempre sacar un nivel defensivo más que aceptable, creando equipos equilibrados, con poca tendencia al despiste y que actuaran en bloque. Su visión ofensiva nace en gran parte de su capacidad de crear ocasiones a través del aprovechamiento de los errores del rival, por lo que gana enteros si consigue ser un equipo difícil de atacar y con capacidad para armar el ataque desde el robo.
Con líneas muy juntas, el equipo vasco consigue reducir el espacio de juego de sus futbolistas, logrando que sea muy difícil tejer líneas de pase y cuidando mucho los espacios entre futbolistas. Las dos líneas de cuatro (defensas y centrocampistas) se complementan bien y tienen a vascular de manera organizada y tapando huecos interiores, prestando incluso las bandas al rival y confiando en la defensa zonal para protegerse de los centros laterales. La basculación en bloque permite que los extremos cubran espacios entre lateral y central y que sea el lateral el único que tape en banda. Una de las claves de esa estructura defensiva es precisamente que no son activos en la presión. El Athletic Club no tiende a buscar de manera firme el balón en los pies del rival y gusta de esperar el error no forzado.
Ahí es donde parte la lectura de la fase ofensiva del equipo vasco, que, si bascula hacia la derecha, tiene en el extremo izquierdo el destino para salir jugando al contragolpe, buscando la verticalidad superando líneas y siempre buscando la asociación. Ese contragolpe medido, con un delantero largo, jugando de cara y abriendo a banda (generalmente a la
llegada del lateral, muy profundo), es una de las marcas personales de Marcelino. Esa capacidad para que los extremos del equipo tiendan a interiorizar, dejando el exterior al lateral, consigue sumar argumentos ofensivos y poder progresar en profundidad por banda o conectar rápidamente al espacio con los delanteros. En ese sentido, el rol de Iñaki Williams gana importancia al ser el que mejor lee la jugada al espacio o generando superioridad abriendo a banda para picar después al espacio en velocidad y ofrecerse para una posible devolución.
Para la cita que le enfrentará al equipo blanquivioleta, el conjunto vasco no podrá contar con Nolaskoain, Muniain y Yuri, así como con el canterano Unai Vencedor. En portería, se espera que sea Unai Simón de la partida, completando la línea defensiva junto a Balenziaga por izquierda, Íñigo Martínez y Unai Núñez por dentro y Óscar de Marcos. Por delante, línea de cuatro formada por Jon Morcillo y Berenguer en los costados y Unai López y Vesga por el interior. La dupla de ataque la formarán, salvo sorpresa o rotación, Raúl García, en una posición intermedia, como enlace con el mediocampo y buscando la segunda jugada, junto a Iñaki Williams, más punta, enfocado en buscar espacios y en tratar de aprovechar los recurrentes centros rasos que tratan siempre de hacer llegar al área los laterales desde ambos perfiles.
Un partido que necesitan ambos, unos para reafirmar una idea y un proyecto que parecen haber encajado mejor de lo que los resultados han logrado mostrar y otros para conseguir acercarse a una permanencia que se está poniendo cuesta arriba. Un partido que, a pesar de las gradas vacías de San Mamés, será un reto mayúsculo para las aspiraciones del Real Valladolid de Sergio González.