Contracrónica del SD Eibar 1-1 Real Valladolid
El Real Valladolid visitaba Ipurua para otra final más. Esta vez la actitud cambió un poco respecto a los partidos ante Huesca y Alavés, pero fue un espejismo de diez minutos. A raíz del gol de Roque Mesa a los siete minutos, el Pucela se dejó ir, el balón pasó a dominio del Eibar y empezó el asedio armero con centros laterales. Uno de esos balones tierra-aire fue un centro con música de Bryan Gil desde la izquierda que Kike García mandó al fondo de la red. Con el empate todo siguió igual, el Pucela solo remató una vez a portería, no fueron capaces de encontrar a Weissman y el Eibar tampoco llegó en exceso, aunque acorraló a los pucelanos en los últimos minutos. El 1-1 definitivo deja a los de Sergio en descenso y con otro golaveraje perdido.
Un punto insuficiente. Al inicio del partido parecía que el Valladolid salía a por el partido, pero nada más lejos de la realidad. La actitud mejoró, aunque muy poco. Cuando el equipo está en descenso un empate nunca puede ser bueno, ya que no sirve para salir del atolladero ni para dejar sensaciones positivas. Además, la parte ‘fácil’ del calendario ya ha pasado con los últimos siete partidos, y el Pucela solo ha sacado siete puntos. Bagaje muy pobre cuando solo quedan 15 partidos y hacen falta cinco o seis victorias. La situación es complicada, pero si el Pucela quiere salir de abajo tiene que mejorar y mucho.
Buen debut de Miguel Rubio. El central cedido por el Getafe al Real Valladolid debutó en Primera División con la blanquivioleta; es el cuarto del Promesas que lo hace. Las bajas hicieron que surgiera esa oportunidad de oro para ser el titular en un partido tan importante. Completó una buena actuación, a excepción de que perdió la marca en el gol. Contundente, sin complicaciones y despejando la gran cantidad de centros laterales que puso el conjunto armero. Si todos están sanos no tendrá hueco, pero con el bajo nivel de Bruno y Joaquín puede ser una alternativa de garantías.
Un tiro a puerta y Shon Weissman desaparecido. El Valladolid apenas crea nada en ataque en los últimos partidos, pasó ante el Alavés con 4-2-3-1 y pasó ayer con 4-4-2. Ni el cambio de sistema hace que el equipo cree más. Y no crea porque no hay una idea de juego definida, se juega al pelotazo y lo que salga. Así, es muy difícil conectar con un jugador como Weissman. El israelí te puede dar muchísimo de cara a portería, pero cuando el Pucela le encuentra es alejado de la portería rival. Es un killer del área y el Valladolid, por su bien, debe hacer todo lo posible para que el punta reciba balones como los de Getafe u Osasuna, porque con muy poco crea peligro.