Un Valladolid de menos a más, que consiguió ponerse por delante faltando pocos minutos, se lleva un punto ante el Levante en el Ciudad de Valencia, tras un partido con un guion aparentemente conocido.

Hay películas que sabes como acaban y, a pesar de eso, las ves una y otra vez. Ya sea por cariño, ya sea por nostalgia, ahí te ves, mirando al televisor como un maula y sufriendo como el primer día. Para los aficionados del Real Valladolid, ver el partido en el Ciudad de Valencia fue algo parecido. El empate parecía un resultado firmado, pero lo inesperado vino en los goles necesarios para conseguirlo. En un partido en el que el fútbol tardó en llegar, el Real Valladolid consiguió ir haciéndose grande contra un Levante al que también le costó meterse en el partido.
Los dos equipos quisieron ser mejores en los primeros minutos de la primera mitad, con varias incursiones con tantas intenciones como falta de puntería. Ese comienzo ya anticipaba que los granotas querrían ser protagonistas en casa, con una jugada de fantasía de Morales, que celebraba sus doscientos partidos con el Levante, que a punto estuvo de poner el primer tanto en el marcador local tras servir a De Frutos dentro del área de Masip. La réplica la iba a tener Alcaraz desde la frontal, que avisaría con un mal remate de volea tras una buena conexión de Toni, Weissman y Orellana en banda zurda. A partir de sendas oportunidades, el partido pareció pedir un tiempo muerto.
Ambos conjuntos empezaron a conspirar con el balón, tejiendo jugadas que, al margen de no llegar al área contraria, dejaban evidencias de no tener los recursos necesarios para hacerse dueños y señores del partido. Mientras De Frutos y Dani Gómez pedían la bola en tres cuartos para el Levante, combinando bien y buscando los huecos con picardía y ambición. Quizá los mejores en un equipo local que quiso ser fuerte en mediocampo, con jugadores especialmente acertados, como Malsa, para evitar la circulación de hombres como Toni u Orellana. Sería el chileno quien, antes del final de la primera parte, pusiera la nota de color en un Valladolid gris, que volvía a mostrar muchas dudas a la hora de acercar el esférico a Weissman. A pesar de que el tejido parecía perseguir esa cercanía al israelí, con jugadores de corte técnico (Plano, Orellana y Toni Villa) teóricamente cerca de la zona de creación, las necesidades defensivas y la altura de juego casi exigían al ‘9’ a bajar para poder entrar en contacto con la bola. Con pocas sensaciones ya de acercamiento a las áreas y un sedante juego intrascendente en la zona central del campo, la doble oportunidad del Valladolid, en manos de Orellana y Toni, despertaron al aficionado de su letargo poco antes de que el descanso decretara que no habría goles en los primeros cuarenta y cinco minutos.
La película, como es costumbre, parecía cambiar poco en la segunda mitad, pero como en el buen cine, nos podía sorprender el guion. Una gran jugada por banda diestra de Jorge De Frutos consiguió enlazar un balón con Dani Gómez, que logró fusilar solo ante Masip tras un error de marca garrafal de Luis Pérez al jugador granota. Era el uno a cero y el Valladolid necesitaba despertar. Los de Paco López quisieron guardar el resultado y hacerse fuertes en casa con marcador a favor, pero una jugada a priori inocente iba a poner las tablas con un balón certero de Alcaraz que, guiñando un ojo al blanquivioleta, iba a botar delante de Aitor Fernández para hacerle imposible la parada. Aun con pocas esperanzas, el equipo visitante se fue creyendo que quizá el guion no estaba escrito y pocos minutos después Plano puso el uno a dos en el luminoso. Esa conexión entre Hervías y el ‘10’ pucelano daba fe a quien, desde casa, creía estar viendo la película de siempre.
El Valladolid daba la vuelta a un marcador adverso contra todo pronóstico y mostraba un nivel ofensivo impropio de lo visto hasta ese momento en el partido. En ese momento, el Valladolid volvió a adolecer de uno de sus errores más recurrentes: perder la cara al partido. La escasa habilidad de los blanquivioletas para contemporizar y aguantar el resultado logró que, en una jugada, de nuevo por la derecha, del Levante, Roger Martí consiguiera zafarse de la marca y fusilar, con la ayuda de un rebote sobre Bruno, el primer palo de Masip.
De nuevo estaban todos ante la pantalla, dándose cuenta de que la película era la de siempre. Un dos a dos que rompía la ilusión y que devolvía a la realidad a quienes creyeron poder escribir un guion nuevo. Real Valladolid y Levante dejaron todo en tablas. Un punto que suma, pero que, por cómo se da, preocupa. Un resultado que puede ser útil, por ser fuera de casa, pero que no ilusiona.