Un Real Valladolid estéril no consiguió imprimir el ritmo necesario ante un Valencia que se impuso por la mínima y desarticuló a su rival por las bandas

Frío fue el fin de semana en Valladolid, como frío fue el partido de un Pucela que se dejó los tres puntos en su enfrentamiento contra el Valencia. En un partido que se saldó en la segunda parte con un zapatazo de Soler, los de Sergio González volvieron a ceder posiciones en tabla y continúan sin iniciar una dinámica positiva. Filomena pasó por la capital del Pisuerga dejando nieve y otro chasco. Esta vez, culpa del fútbol, el chaparrón no fue meteorológico.
El esfuerzo de los jardineros del Zorrilla para dejar a punto el campo y el bonito homenaje a Eusebio Sacristán no fueron alicientes suficientes para que los vallisoletanos consiguiesen imponerse a un rival que fue mejor, especialmente mediante el juego por las bandas. Luis Pérez, que supuso la gran novedad en el once blanquivioleta, se vio absolutamente superado por un Gayá que hizo lo que quiso desde el lateral. Apoyado por Cheryshev y por Daniel Wass en el lado contrario, la tranquilidad con la que los valencianistas colgaron centros laterales desde los primeros minutos fue sintomático de lo que estaba por venir. A Maxi Gómez no le hizo falta ni esforzarse, si bien algún que otro balón a la espalda también hizo sufrir a una débil (una vez más) línea defensiva.
Los ataques del Real Valladolid, que no siguieron una línea ordenada, volvieron a dejar a un Weissman tirando desmarques sin sentido y a un Jota que procuró aprovechar, sin éxito alguno, su velocidad a la contra. Toni Villa, del que muchos esperaban se apareciese, repitió su naufragio de episodios anteriores. Y desgraciadamente ya van muchos. Tampoco Roque Mesa, de lo más enchufados en las últimas jornadas, logró dar criterio a un juego que se tradujo en escasísimas ocasiones. Lo mejor de la primera parte, el empate, que de no ser por Masip y una doble parada a Gayá y Soler superada la media hora, se hubiese roto en favor de los visitantes.
En la segunda mitad, la gasolina pucelana acabó por extinguirse de manera definitiva y el Valencia se fue encontrando cada vez más cómodo. Maxi Gómez, aprovechando un rechace, mandaría el balón al palo avisando de que los de Javi Gracia iban a por el partido. El Pucela, por su parte, cada vez más recogido, dejó únicamente alguna llegada con sentido como la que habían buscado armar Kike Pérez y Weissman en los instantes previos. Oscar Plano y Hervías entraron desde la caseta para intentar dar un impulso al cruce. Lo que llegó, empero, fue una nueva jugada valencianista que fue reflejo de la parsimonia pucelana. A Carlos Soler, que le llegó un balón en la frontal, tuvo tiempo de cenar y hacer la digestión antes de armar un disparo que se fue directo al fondo de las mallas; parte por la potencia del mismo, parte por la mala colocación de Masip.
Sergio González, con gesto de preocupación continuó moviendo ficha a través de un triple cambio que dio paso a Guardiola, Orellana y Alcaraz. En Zorrilla, no obstante, ya sonaba la misma sinfonía lúgubre de citas pasadas. Solo un intento de remate a un disparo de Hervías puso sobre la mesa un espejismo de remontada. El Valencia, en cambio, respondió a la contra con un tanto de Manu Vallejo que fue anulado por el VAR al estar en posición antirreglamentaria. A balón parado, el Real Valladolid tendría la última ya con la cabeza más puesta en los vestuarios. Con el pitido final, la noche invernal acabó por concluir con una derrota que hiela aun más la sangre a los aficionados pucelanos. Y eso que todos estaban en su casa. Pero la cosa está para agarrar la manta.