El Atleti, por la mínima y con algo de fortuna, se impone a un Real Valladolid al que se le fue acabando la gasolina
Foto: LaLiga
Poco más que rocambolesco fue el partido entre el Atlético de Madrid y el Real Valladolid. Empezando por las alineaciones, con un Sergio que hizo honor a su promesa de «habrá caras nuevas» (hubo unas cuantas), pasando por un ritmo que fue de corriente agua a chocolate espeso con mantequilla, hasta llegar a la conclusión de un cruce que acabó con un gol fantasma, que ya no pudo ser fantasma porque el VAR todo lo ve, a veces con más precisión que otra, pero que en esta ocasión acertó. Y los del Cholo se llevaron los tres puntos por la mínima.
El Metropolitano, aunque vacío, impone, si bien eso no importó mucho a los blanquivioletas que formaron con un Matheus Fernandes que debutaba, un José Antonio Caro al que ya le pueden regalar un bote de superglú (o, en su defecto, unos tranquilizantes) y un Waldo Rubio que volvió a poner la motocicleta en marcha para demostrar que ahí esta él, más tiempo en el banquillo que en el césped, pero estar, está.
Los tres puntos valían su peso en oro, pues vencer a los colchoneros no es tarea fácil. La cosa es que, aparte de derribar el muro de zagueros, compuesto por Giménez, Hermoso, Trippier y Manu Sánchez, que puso la novedad, todavía queda una torre llamada Oblak, que a los tres minutos de partido ya demostró que no está el tema para bromas, que el Atleti se juega la Champions y que el esloveno siempre tiene las manoplas a prueba de bombas.
En el lado contrario, un Caro que tenía la difícil tarea de suplir a Masip, que para colmó paró un penalti la pasada jornada, demostró que los nervios no son un buen aliado para estas ocasiones. Y eso que en los minutos finales estuvo a punto de redimirse, pero su actuación tendió más al aprobado bajo tirando a suspenso que a una reivindicación como segundo portero del que tirar cuando los habituales no están disponibles. No tuvo su día, en definitiva.
El partido, en cualquier caso, empezó bien. Bonito de ver, de los que gustan, de los que te mantienen con la espina dorsal bien erguida y de los que hacen que se caliente la coca-cola, porque no vaya usted a despegar los ojos de la pantalla, no sea que se pierda algo. Juego rápido, buenas transiciones del Pucela y los locales que amenazaban con Trippier, que hizo de su banda una alfombra y percutió como quiso la zona rival; sin causar mucho peligro, eso sí.
A ‘motocicletas Waldo’ no hay quien lo pare y si no que se lo digan a los jugadores rojiblancos o al propio Matheus Fernandes, al que llegada la media hora le dio por acompañar a su compañero en una de sus aventuras en moto y a punto estuvo de abrir la lata para los visitantes. Su disparo se fue rozando el palo y protagonizó la mejor del encuentro. El Atleti, poca cosa, moviendo bien el cuero y pegando algún que otro susto con los latigazos de João Félix. También mediante jugada a balón parado, más peligrosa por los tembleques de Caro que por la precisión de los centros.
Y eso que tras el intervalo se pasó del ‘agüita’ fresca a la pesadez de un buen chocolate. Las piernas están doloridas, es lógico, todavía no están los cuádriceps para bromas, de ahí que los dos entrenadores pusiesen en marcha la ‘operación cambios’. Que si Miguel por aquí, que si Óscar Plano por allá y que si Simeone pone toda la carne en el asador (como buen argentino, se pudo oír por la tele). Carrasco, Costa, Correa, la triple ‘C’, para dentro, aunque el gol vendría con la ‘V’ de victoria, o de Vitolo, que firmó el gol más antiestético de su carrera, aunque vale lo mismo. ¿Y eso es lo que cuenta, no? Pues ale.
La jugada fue tal que así. Thomas, que tiene un misil en la pierna, decidió probar suerte desde fuera del área. El balón fue como un obús, ajustado a la escuadra izquierda. En ese momento, una mano dura, firme, segura, palomita incluida, detuvo el tiro del ghanés y lo manda a saque de esquina. El portero blanquivioleta lanzó un grito de «aquí estoy yo», pero donde no estuvo, y había que estar -desgraciadamente para los de Pisuerga- fue en ese córner en el que el meta midió mal la salida y permitió rematar a un Vitolo que aún tendría que esperar la confirmación del videoarbitraje, ya que su testarazo lo sacó sobre la línea un Kiko Olivas que voló en plancha para tratar de despejar la pelota.
La repetición no dio opción a duda. Era válido. Se adelantaban los atléticos a falta de diez minutos para el final, que es como pegarte un tiro en el píe. Un 1-0 para los madrileños es un peluche en la boca de un pitbull. O lo suelta el perro o ya no se recupera. Total, que victoria local, chasco y para casa. Y a preparar el próximo partido, que llega en nada.
Lo bueno, si se puede sacar algo positivo, es que los rivales del Real Valladolid tampoco sacaron mucho petróleo en esta jornada. Las posiciones, más o menos, están como están. Lo que ocurre es que desde Zorrilla se tuvo la sensación de que un puntito se pudo haber sacado. Pero volvemos a lo mismo, al cuento del peluche y del perro rabioso. Bueno, pues a seguir, que ya queda menos.