El canterano recordó su paso por el conjunto blanquivioleta y aseguró que compartir vestuario con Alberto Marcos, Víctor o Borja fue «una gozada»
La vida, en ocasiones, nos lleva por caminos distintos a los que un día habíamos imaginado, pero nunca borra el punto de partida. Uno siempre recuerda el comienzo, el momento en el que todo empezó. Eso mismo le pasa a Asier Arranz, un trotamundos del fútbol modesto que, en su paso por ‘Charlas en casa’ recordó sus inicio en el Pucela, al que llegó con 15 años.
«El Real Valladolid, en el fútbol, lo significa todo. Yo estaba jugando en Íscar y, en el momento en el que te llaman, un chico de un pueblo de 250 habitantes no se pensaba todo lo que le iba a llegar después. En ese momento cambió totalmente mi vida: intenté sentirme más profesional, pude jugar con los mejores chicos de Castilla y León, fui quemando etapas de manera súper rápida… El recuerdo que tengo y siempre tendré es buenísimo. Si he llegado a algo en el fútbol es gracias al Real Valladolid, sin ello nada de esto existiría», explicó.
Tras su paso por el Promesas, Asier llegó al primer equipo la temporada del ascenso con Mendilibar, con el que jugó más de veinte partidos entre liga y Copa del Rey y al que recuerda como un entrenador «súper exigente», a la par que «muy cercano». Allí se encontró con un vestuario que le trató «como a uno más» desde el primer día.
«Tengo el recuerdo de veteranos como Alberto Marcos, Chema, Víctor, luego llegó Borja… Era una gozada poder entrenar con ellos, nos traban como uno más tanto para lo bueno como para lo malo, igual que Mendi. Eran todo facilidades para los que llegábamos nuevos. Hice mucha relación con ellos y a día de hoy nos vemos por Los Anexos y seguimos contándonos anécdotas. Es una relación muy cercana que se construyó por su culpa: estaban súper abiertos a recibir a todo el mundo y dar facilidades», rememoró.
Pero esta no fue su única experiencia en el cuadro blanquivioleta. Unos años más tarde, de la mano de Rubén Albés y Toni Madrigal, Asier hizo las prácticas de su carrera de INEF en el filial, una experiencia para «el futuro», en el que se ve ligado al fútbol. «Era un vestuario profesional, con la ambición de jugar algún día en Primera División. Desde el primer día tuvieron en cuenta mis opiniones, me preguntaban, era partícipe de sus tareas… Fue un máster. Aprendía todos los días algo, veía cómo evolucionan los jugadores, cómo se comportan, qué era lo que les hacía mejorar y qué había que hacer y qué no. Hasta que no te metes en un vestuario y ves su funcionamiento día a día no aprendes a controlarlo», apuntó.
De ese paso por el Promesas, el segoviano recuerda a un jugador que ya entonces destacaba: Toni Villa. «Le veías jugar, con ese físico, y pensabas ‘¿cómo es tan difícil quitarle el balón?’ Iba teniendo cosas diferenciales. Se tuvo que ir a la Cultural para demostrar que podía jugar en el Real Valladolid. Sin esa cesión, lo mismo no le da la oportunidad De la Barrera y da con un entrenador que quiere un juego más directo y ve que ese físico no le da y a lo mejor estamos hablando de un Toni que juega en Segunda B o Tercera. Se marchó, dio rendimiento y ahora mismo sabe lo que el entrenador le pide y es un jugador medianamente contrastado en la primera plantilla. También estaba Mayoral, ahora en el UCAM. Son jugadores con mucho potencial que, en cuanto una temporada les sale medianamente bien, pegan un salto», aseguró.
Una nueva aventura en Chipre
El pasado mercado invernal, Asier Arranz hizo las maletas y se marchó a Chipre para enrolarse en el Alki Oroklini, de Segunda División. No fue algo «pensado», sino que se gestó «en cuatro o cinco días» y que le dio la oportunidad de «descubrir otro fútbol» y sentirse «competitivo en otro país». La adaptación fue muy buena, aunque el parón por la pandemia de coronavirus ha obligado a dar por finalizada la liga chipriota, lo que le ha impedido disfrutar más de esta nueva aventura.
Sin embargo, la experiencia ha sido «intensa» desde su llegada. «Cuando aterricé, la liga estaba suspendida porque en Primera División habían amenazado a un árbitro con una bomba. Desde la primera jornada pude disputar todos los minutos de titular y me sentí importante. Luego cambió el entrenador pero estábamos en una situación buena para no tener problemas con el descenso», valoró.