El técnico, que hizo debutar al delantero en el Real Valladolid Promesas, también destacó «la pasión por mejorar día a día» de Toni y Anuar
Han pasado varios años desde que Rubén Albés dejara el banquillo del Real Valladolid Promesas, pero desde la distancia sigue muy pendiente de la evolución de aquellos que un día fueron sus pupilos. En su paso por ‘Charlas en casa’, el técnico gallego valoró la evolución de algunos de ellos, como Miguel.
Sobre el delantero, al que hizo debutar en el filial cuando era juvenil de segundo año, tiene claro que el techo dependerá de él mismo. «Es un futbolista que va a llegar hasta donde él quiera: tiene que querer y respetar la profesión como tal porque puede llegar a muchos sitios. Tiene unas condiciones brutales y un físico portentoso: con nosotros competía en Segunda B como uno más», destacó Albés.
Otro que también debutó bajo sus órdenes fue Apa, un futbolista que «es un ejemplo» para el gallego. «Me he encontrado con pocos jugadores tan jóvenes y tan inteligentes como él, me alegro de todo lo bueno que le pase», añadió sobre el palentino. El tercer nombre que salió a la palestra fue el de Corral, que empezó con él actuando en el costado derecho.
«Era muy joven, estaba recién salido de juveniles, pero es un chico que entrena increíble y que quiere mejorar siempre. La primera temporada con nosotros no estaba participando mucho y en la segunda tampoco empezó haciéndolo pero asumió muy bien su rol en ese momento. Acabó jugando veinte partidos de titular en el latera derecho haciendo partidos increíbles. A nivel ofensivo, lógicamente al ser a pierna cambiada tenía menos influencia, pero a nivel defensivo era brutal», rememoró.
Asimismo, Albés valoró la actual temporada del Promesas, que jugará un histórico play-off de ascenso a Segunda División, y en el que también está Diego Alende, su «capi» en el Celta de Vigo B y del que celebra que las cosas le estén saliendo bien. «Le daría un nueve a la campaña del filial, el diez sería si consiguiese el ascenso. Baraja y el cuerpo técnico, Jesús y Juan Carlos, con los que he podido trabajar, han hecho un trabajo brutal. Jugar play-off y cumplir las expectativas, que este año eran más elevadas por el perfil de futbolista que se había incorporado, es muy difícil, y además con un fútbol estético. Si la liga se hubiera alargado podrían haber escalado alguna posición», aseguró.
Sobre un hipotético regreso al filial, fue contundente, aunque no cierra la puerta a poder volver al club «algún día». «El Promesas tiene el mejor entrenador que puede tener. Lo digo con todo el convencimiento posible, esa posibilidad no existe. En Valladolid me he sentido como en casa y claro que estaría encantado de regresar a un club donde se me ha tratado tan bien y a una ciudad con la que he conectado mucho», explicó.
Toni y Anuar, con «una pasión por la profesión y una competitividad brutales»
Dos son los jugadores de la primera plantilla del Real Valladolid con los que Rubén Albés coincidió en el filial: Toni y Anuar. Sobre ambos, el técnico estableció un rasgo común que les ha permitido llegar a lo más alto tanto en el José Zorrilla como, en el caso del segundo, también con su cesión al Panathinaikos.
«Los dos son muy pesados, querían ser futbolistas profesionales a costa de todo. Había que ver cómo entrenaban; tienen una pasión por la profesión y una competitividad brutales. Como aspecto diferencial recuerdo lo competitivos que eran y la pasión que tenían por mejorar en el día a día. Para mí, eso es lo que les ha hecho llegar y al final se demuestra que esos futbolistas pueden llegar y que la cantera funciona», apuntó.
De Toni resaltó su talento «para los pases mágicos, recibir entre líneas y controlar perfilado»; en definitiva, «para hacer cosas que nadie espera que pueda hacer». Sobre el ceutí, Albés aseguró que, al principio, le pareció «una hiena enjaulada». «Podía hacer más cosas de las que estaba haciendo y necesitaba, para sentirse más fuerte, ampliar su rango de intervención», explicó.
Por último, aseguró que no ha tenido «ningún futbolistas con esa capacidad de recuperación, de hacer kilómetros» y con «esas conducciones para batir líneas». «Tenía también a Rai [Marchán] a su lado, sobre todo el segundo año, que era capaz de controlar todo su desorden positivo y el desequilibrio que generaba. Era un complemento perfecto, los dos se vieron muy beneficiados el uno del otro», finalizó.