La Real Sociedad tuvo más la peota, pero no generó gran peligro a un Real Valladolid que sigue negado con el gol

Fuera por la lluvia o por el sopor propio de una tarde de domingo, lo cierto es que el encuentro entre el Real Valladolid y la Real Sociedad fue un partido pasado por agua. A pesar de tener un cartel de «partidazo», en el que se enfrentaban un aspirante a Champions y un vestuario cercano a los puestos de descenso, los noventa minutos y el empate sin goles Zorrilla dejaron un sabor un tanto agridulce.
Fue un partido de contención, bronco en ocasiones y donde las mejores oportunidades no fueron producto de jugadas elaboradas sino de algún balón parado o algún rápido contragolpe. Y es que salvando ciertos tramos en los que se encarrilaron jugadas de ida y vuelta, el duelo en Valladolid se perdió entre la niebla y la humedad de la ciudad del Pisuerga.
La Real tuvo más la pelota, como acostumbra el vestuario de Imanol Alguazil. Oyarzabal, en punta, fue el jugador que más peligro generó, eclipsando a un William José que no estuvo muy acertado y que de hecho acabaría yéndose al banco en la segunda mitad. El Pucela, por su parte, tan solo rondaba el área rival por mediación de los córners y las faltas. Falta como la que estrelló Hervías al larguero en el minuto veintidós. Fue la mejor ocasión de la primera parte. Si llega a entrar, se cae el estadio.
Antes del intervalo, Odegaard dejó algún derroche de calidad sobre el césped de Zorrilla, aunque fue algo meramente circunstancial. También estuvo tímido el noruego en parte por la gran concentración de la zaga pucelana, mención específica para Moyano y Salisu.
La segunda mitad comenzó como acabó la anterior, con los visitantes dominando más y con un juego brusco, evidenciado en el choque frontal entre Moyano y Merino, que estuvieron unos minutos fuera del campo. La lesión de Nacho, aquejado de su tobillo, ponía más hosquedad a la tarde.
En las áreas, poca cosa. Sandro estuvo discreto, más allá de su gol anulado en el minuto sesenta por posición ilegal. Su compañero, Guardiola, tampoco entró en dinámica y su problema con el gol se ejemplificó en un fallido mano a mano contra Remiro. En la parcela contraria, William José fallaba lo infallable. Todo en escasos diez minutos. Definitivamente la pelota no quería entrar.
Los cambios en ambos conjuntos, que dieron entrada a Plano, Porro y Anuar, por parte del Pucela, e Isak y Barrenetxea, por parte de la Real, aportaron algo más de frescura. El mencionado Isak probaría suerte con alguna internada, todas ellas frenadas brillantemente por Salisu y por un correcto Masip.
El arreón final de los donostiarras puso el broche a un encuentro que pidió el empate y que con empate se saldó. Ninguno de los dos cuadros mereció claramente la victoria en una jornada que deja a los vascos en la misma posición en la tabla, cuartos, y que permite a los de Sergio ascender un puesto en la clasificación.