El Real Valladolid sacó un empate en el feudo del Athletic Club gracias un gol en propia que golpeó en la espalda de Íñigo Martínez

Foto: LaLiga
Lucía bonito Bilbao, con su ambiente típico de las tardes de fútbol. Algunas nubes en el cielo y ligeras gotas que regaban el césped de San Mamés. ‘Txirimiri’, como se dice por allí, aunque esa ligera lluvia acabaría siendo más traicionera de lo que parecía.
Y si no, que se lo pregunten a Unai Simón, meta del Athletic Club, al que, al intentar atajar el disparo de Nacho en el minuto setenta, se le escurrió una bola aparentemente sencilla. Su despiste desembocó en el empate a uno definitivo. Leones y blanquivioletas firmaron las tablas en la jornada número nueve de la Liga Santander en un encuentro en el que los errores superaron a las ocasiones.
No estuvo cómodo el Real Valladoid. El equipo de Sergio González salió con el mismo esquema que en su último encuentro en Zorrilla: Joaquín como mediocentro defensivo y pareja de puntas arriba. Ünal se encargó de sustituir al lesionado Sandro y suya sería una de las mejores oportunidades del encuentro, pero la estrelló contra el muñeco.
Los locales, por su parte, recuperaban a Iñigo Córdoba, que junto con Iñaki Williams fue uno de los grandes quebraderos de cabeza para la zaga vallisoletana.
Tal es así que Kiko Olivas cuajó el que posiblemente haya sido uno de sus peores partidos en lo que va de temporada y sufrió sobremanera intentando detener las arrancadas de la pantera bilbaína. Lo mismo que Moyano, también sobrepasado desde el primer minuto .
Y es que el punta del Athletic es uno de los jugadores más rápidos de la competición y así lo demostró con su golazo, que adelantó al conjunto de Gaizka Gartiano pasados los treinta minutos de la primera parte. Balón largo al que no logra anticiparse la defensa del Pucela, caída de Salisu en la pugna y mano a mano de Williams con Masip. Un recorte por allí, otro por allá, regate al portero y disparo con pausa. Para dentro. Lo merecían los rojiblancos; lo habían buscado más.
Sin dominar con excesiva claridad, los vascos siguieron manejando el ritmo del partido tras el intervalo. Nuevamente, con transiciones rápidas y valiéndose de un siempre correoso Raúl García, que desespera a cualquiera, los de Pisuerga achicaban las acciones como podían y se encomendaban a Masip, que realizó una actuación de gran nivel. Suyo fue el paradón cerca del minuto sesenta que consiguió aguar la fiesta a Muniain, que testó al catalán desde fuera del área.
Por la banda era por donde el Real Valaldolid recibía la mayor parte de las ofensivas, de ahí que Sergio decidiese mover piezas y dar entrada a Jorge De Frutos. Se iba a la caseta un tímido Moyano que, de no ser por Joaquín, siempre atento a las coberturas, habría tenido muchas más dificultades.
Poco tardó en hacer efecto el cambio y apenas al minuto siguiente llegó la acción más rocambolesca del partido. En efecto: la del ‘txirimiri’, la del golpe de fortuna o la de que la suerte está para quien la busca. Porque bien es cierto que Nacho no se encontraba en una posición idónea de tiro, pero su disparo fue a puerta y con la suficiente potencia para doblar las manoplas de Unai Simon. A este último se le escapó de las manos el balón, que golpeó en la espalda de Iñigo Martínez y mandó el cuero al fondo de las mallas. Empate a uno.
No se movería más el marcador, aunque sí hubo tiempo para que sendos equipos rondasen el área rival, ya con un choque mucho más abierto. Masip volvió a lucirse ante Muniain, después de un nuevo error en la salida de balón del Pucela que ilustró a la perfección lo que había sido la tónica del partido: ocasiones de peligro resultado de despistes más que de un juego elaborado.
Finalizado el encuentro, aún seguían cayendo un par de gotas visibles a través de los focos de San Mamés. ‘Txirimiri’, como dicen por allí. Algo así como el resultado del partido, pues el empate parece que ni suma ni resta, aunque en este torneo, bien lo saben los dos contendientes, todo lo que sea añadir unidades al casillero es positivo.