Los de Sergio González, en un inicio arrollador con un Toni superlativo, se adelantaron en el marcador, pero Carlos Fernández puso la igualada para el Granada antes del descanso

Foto: Real Valladolid
Seguro que más de uno, estos días, ha escuchado aquella canción que nos recuerda que no quedan días de verano. Inevitablemente, año tras año, llega el otoño, y como cantaba Amaral, se lleva lo anterior, por mucho que quede algún destello que nos haga creer que podemos vivir en un eterno estío.
En el Real Valladolid, ese destello se llama Toni Villa. El canterano es aire fresco, desparpajo y, sobre todo, sinónimo de fútbol del bueno. Lo fue ante el Granada, cuando más lo necesitaba el Pucela. Sergio González le devolvió a la titularidad, junto a Nacho, Moyano y Fede. Sabía que era su oportunidad, y no la desaprovechó. «Qué bueno que viniste», que diría un argentino.
Su presencia sobre el césped siempre crea problemas a los rivales. Lo sabían los nazaríes y, sin embargo, no pudieron hacer nada para evitar que les diera la primera estocada. Avisó nada más comenzar el choque: se fue de Víctor Díaz, llegó hasta la línea de fondo y la puso. El rechazo volvió a caerle pero Domingos Duarte le barrió, arrebatándole el balón.
La banda izquierda fue, por tanto, la más usada por el Pucela para percutir, con un asedio de centros laterales al corazón del área aprovechando los resbalones y la falta de contundencia del cuadro de Diego Martínez a la hora de sacar el balón.
Sobrepasados los diez minutos de juego, Toni encontró su premio. No en forma de gol, que le cedió a Óscar Plano, pero sí con una jugada marca de la casa. Nacho le entregó el balón a Sergi Guardiola, que condujo en el costado izquierdo y dejó atrás a Domingos Duarte. Le entregó la pelota, se internó en el área y, tras irse de Víctor Díaz y Montoro, apuró la línea de fondo, amagó y puso el pase atrás, donde el ’10’ remató a placer.
Pero el frescor del murciano se fue diluyendo conforme pasaban los minutos, en la línea general del equipo. El tanto sirvió para desperezar al Granada, que poco a poco comenzó a tocar en el centro del campo y a acercarse al área defendida por un Jordi Masip más inseguro que de costumbre. El otoño sobrevolaba el José Zorrilla.
Vadillo y Antonio Puertas comenzaron a permutar las bandas y le dieron aire al conjunto nazarí, que fue ganando metros y encerrando a los blanquivioletas atrás. Comenzaron a sucederse las ocasiones, tímidas al principio, hasta que una de ellas acabó en el fondo de las mallas.
A falta de tres minutos para el descanso, Antonio Puertas controló el balón en el centró del campo, se fue de Nacho y se la entregó a Víctor Díaz. Desde el costado derecho, se la puso a Carlos Fernández que, muy forzado, la enganchó y transformó en gol el primer remate a puerta del Granada, en una acción en la que el guardameta blanquivioleta pudo hacer bastante más.
El guion de la segunda parte no cambió en demasía. El Granada seguía poniéndole más fe que un Pucela plano y sin ideas, en el que la única chispa la volvió a poner Toni. Fue el primero en probar a Rui Silva en el segundo acto, con un disparo desde la frontal tras un magnífica conducción que, con todo, atajó el cancerbero sin apuros.
Parecía que el Real Valladolid se animaba y movía un poco más la pelota, pisando el área nazarí sin crear demasiada sensación de peligro. Solo Sandro, con un potente latigazo, volvió a probar al cancerbero, que esta vez sí pasó apuros para despejar, tras una recuperación de Moyano que había pasado por Plano antes de llegar al canario.
El VAR anuló el 1-2
Fue solo un espejismo. Los blanquivioletas siguieron dando pasos atrás mientras el cuadro de Diego Martínez seguía ganando terreno. Y pasó lo que tenía que pasar. Lo que la grada llevaba augurando un buen rato. Lo que, como el otoño, parece que siempre llega inevitablemente para el Pucela.
Yangel Herrera, que había ingresado en el terreno de juego unos minutos antes, le dio la vuelta al marcador. En una falta botada desde la derecha, Masip intervino para despejar el envío. El rechazo le cayó al nazarí que, solo, se acomodó la pelota en la frontal y armó un potente trallazo. Rápidamente, el colegiado se echó la mano al oído y el VAR dictó sentencia: la jugada quedaba anulada por fuera de juego posicional de Domingos Duarte, que tapó al guardameta en el momento del disparo.
Ahí murió el partido, pese a que todavía lo intentaron ambos conjuntos. El Real Valladolid se terminó de cerrar atrás, dio por bueno el punto y se limitó a dejar que el reloj corriera. Le valía el plan a los nazaríes, que levantaron el pie del acelerador en el tramo final y rubricaron el armisticio.
El otoño llegó al José Zorrilla de la mano de un Real Valladolid que sigue dejando sensaciones preocupantes, en un partido en el que le faltó fútbol, salvo en ese inicio arrollador. Así, el balance de los blanquivioletas se traduce en una victoria, tres empates y dos derrotas en un camino que, de no reconducirse, aboca inevitablemente al invierno.