El Real Valladolid cae en el Metropolitano con un gol en propia de Joaquín tras dejar mejores sensaciones de lo que indica el resultado. Melero López dejó de señalar una mano de Arias en el final incluso pese a pasar por el VAR
Foto: LaLiga
No es fácil llegar al Wanda Metropolitano y cortocircuitar al Atlético de Madrid. Tampoco lo es terminar con el conjunto colchonero encerrado en su área; menos si tu presupuesto es tan bajo como el del Real Valladolid. No es sencillo el fútbol, en general, bien lo saben Sergio González y sus jugadores. Por si tuvieran dudas, después de todo lo que han luchado por llegar hasta aquí, la Primera División se lo volvió a recordar este sábado.
A ella se quieren agarrar con uñas y dientes los blanquivioletas –como quería el Atleti mantenerse en la lucha por el título o, por lo menos, amarrar la segunda posición–. Sin embargo, el infortunio pudo más una vez más. No brilló el conjunto colchonero, ni siquiera un poco; un solo tiro a puerta es un escaso bagaje para un equipo con tal presupuesto, con tantas estrellas, con semejante potencial. Al Pucela le dio igual, quiso morir de pie, si es que tenía que hacerlo. Se quedó sin premio pese a merecerlo. De nuevo todo es insuficiente.
Y el todo fue mucho. Con error y sin balón el Real Valladolid cuajó un grandísimo encuentro. Rindió de tal manera sin él que apenas sufrió un disparo a puerta, una falta lejana de Griezmann que pudo sorprender a Masip, aunque el catalán supo responder para evitar el gol. En cambio, Oblak tuvo que brillar para evitar más de una ocasión, principalmente de un activo Sergi Guardiola que sigue estando por encima de sus guarismos.
Tuvo varias el delantero jumillano, pero sobre todo un disparo a los ocho minutos con el que los vallisoletanos se desasieron del dominio atlético. En el inicio los rojiblancos trataron de hacer circular el cuero, aunque yermos, porque el bloque bajo visitante y las continuas ayudas y la gran solidaridad defensiva hacían que no estuvieran cómodos los locales. Así, aunque rondaron el área, ni Griezmann, ni Morata, ni Saúl, ni Lemar generaron peligro.
Tal era la situación que ‘El Cholo’ introdujo a Rodri por Thomas en el descanso para tratar de fluir mejor, y tampoco así encontró continuidad. Si bien hubo un arreón inicial en la segunda mitad en el que pareció que podían pisar campo rival con más claridad, los colchoneros continuaron en las mismas, igual que los blanquivioletas. Aunque en repliegue intensivo, Waldo servía para ganar metros y desahogar al equipo cada vez que corría por su costado. A partir de él, y de los movimientos de Sergi Guardiola, el Real Valladolid se asentaba más adelante de donde solía y amenazaba a Oblak en cuanto podía.
En la acción más clara de Griezmann Calero estuvo providencial en el corte. Y en una galopada de Saúl por el carril izquierdo, único lado por el que los rojiblancos hicieron titubear a la zaga, el internacional ganó línea de fondo y centró, con la mala fortuna de que el despeje de Joaquín se convirtió en un remate a gol. El central andaluz forcejeó previamente con Griezmann, que lo desestabilizó, a juicio de los trencillas, sin hacer falta, pese a que el empujón tuvo una incidencia clara en lo mal perfilado que se quedó el zaguero.
El gol no amedrentó al Pucela ni valió al Atleti para más que retrasar el alirón del Barça. Es más: los vallisoletanos bien pudieron alterar el marcador con diferentes situaciones de peligro que le hicieron acreedor, por méritos, de por lo menos un punto allí donde nadie puntúa. Oblak volvió a aparecer para evitar el gol de Óscar Plano y Sergio González, sin nada que perder, acabó con tres delanteros sobre el césped, tras dar entrada al canterano Miguel.
El tudelano disfrutó de una ocasión clara cuando el partido ya moría, después de lo increíble. En una falta lateral, Calero remató encimado por Arias, que sacó el brazo a pasear, y en ese remate, fue muy claro que el balón dio en la mano del zaguero. No lo vio Melero López, a quien advirtieron de la acción desde la sala VAR. El principal se acercó a la pantalla y ni por esas: interpretó que el apéndice estaba en un lugar natural a pesar de que la tendencia es siempre castigar jugadas en las que el brazo está tan arriba. Todo Valladolid bramó para nada.
La oportunidad que le quedaba en la recámara a los blanquivioletas, de nuevo marrada, confirmó una vez más que hacerlo todo no siempre basta, cosa que, en realidad, el Real Valladolid ya sabía, puesto que está demasiado acostumbrado a ello, igual que a las malditas desavenencias con la tecnología. Y lo peor es que aunque las sensaciones fueron buenas, a estas alturas puede no bastar. Lo hará, no obstante, si contra el Athletic Club el domingo la imagen es la misma… y la fortuna acompaña por una vez.