Óscar Plano y Keko dan la vuelta al tanto inicial de Pione Sisto y dan tres puntos importantísimos en clave de salvación a un Real Valladolid que paladeó el debut de Sergi Guardiola
El Real Valladolid se reencontró con el triunfo en Zorrilla después de más de tres meses previa remontada, puesto que los tantos de Óscar Plano y de Keko tuvieron que venir a voltear el inicial de Pione Sisto, otra vez, en un fallo en la salida de balón, y que complicó sobremanera la primera mitad, en la que el Celta amenazó de tal manera que pudo ampliar la renta antes de diluirse en la segunda, todo lo contrario que los blanquivioletas.
El gol, leído en clave pugilística, sentó como al boxeador un golpe en el riñón; fue un gancho oblicuo que bajó la resistencia del Pucela. Si en el tramo inicial los dos jugaron de usted, el Celta perdió el respeto a partir del grave error de Míchel, uno más que provocó un tanto. La gestiforma, lo mal perfilado que se encontraba a la hora de recepcionar, provocó un control suelto que le cayó a Boufal, que andaba suelto por allí después de la presión ejercida sobre Olivas.
El franco-marroquí no tuvo más que dársela a Pione Sisto, que se sacó una delicatessen para definir por encima de Masip, hacia un costado, con el efecto propio de una volea de tenis.
A partir de ese bonito gesto técnico, lo que sacó a relucir fue su capacidad para ganar los espacios, igual que sus compañeros del frente de ataque. Con Maxi Gómez empujando a los centrales hacia las inmediaciones de la puerta y con el centro del campo del Pucela inoperante en la transición defensiva, los mediapuntas vigueses se sintieron a gusto.
Así, la sensación llegó a ser de que perdonaban, puesto que rompían siempre la primera línea y encontraban siempre metros a su espalda, y la velocidad de los mencionados permitía encimar a los zagueros y amenazar la portería. Si el Celta no volvió a marcar fue por la dichosa toma de decisiones, a menudo paupérrima por parte sobre todo de un potente pero desacertado Boufal.
Para los blanquivioletas no recibir el tiro de gracia al tiempo fue clave, porque fueron recuperando el resuello como el púgil que se agarra a su rival para evitar el nocaut. En el último tramo de la primera mitad recobraron la verticalidad después de tanto dolerse y empezaron a gestionar mejor la posesión, valiéndose del sector derecho, por el que percutían Antoñito y Keko y en el que se vieron las primeras sinergias entre Plano y Guardiola.
De ellos llegaron las primeras intentonas previas al descanso y desde esa misma banda llegó, ya en la segunda parte, el gol del empate, en una de las acciones prometedoras ahora que está aquí el nueve ansiado. Sirvió un centro por bajo Antoñito con el debutante ganando la segunda zona de remate, pero en la primera estaba Óscar Plano, que remató a la red con cierta connivencia de la zaga celeste.
El crecimiento de los de Sergio González se concretó con el paso de los minutos por medio de las sensaciones positivas acumuladas en campo rival. A partir de la intervención frecuente de los cuatro mencionados, así como de la estabilización de Míchel como poseedor junto a Alcaraz, se fue gestando la remontada. Se fue gestando y se fue mereciendo.
La materializó Keko, que se reencontró con el gol en Primera tres años después, después de que saliera a relucir la sociedad Guardiola-Plano. El primero recibió en tres cuartos y se apoyó en el segundo como si fueran ambos mediapuntas, Óscar Plano abrió para Keko y el extremo batió a Rubén Blanco, quien terminó viéndose, si no desbordado, sí sobrepasado. No en adelante, porque a partir del dos a uno el Real Valladolid tiró del ‘otro fútbol’ para evitar que se jugara más.
De esta manera consiguió reencontrarse con el triunfo, tras conseguir solamente uno en los últimos once partidos, y lo hizo donde más lo necesitaba, en un José Zorrilla que había seguido junto a su equipo, pero que ya echaba de menos festejar. Con el silbatazo final estalló de alegría, sabedor de que los tres puntos pueden ser claves de cara a la hipotética y deseada permanencia, máxime tras dejar tan tocado al Celta. Como Rocky, el Pucela se levantó, golpeó y alzó los brazos. Con todo merecimiento.