Los de Sergio González se repusieron al rápido 2-0, no perdieron la fe con el 3-1 y lograron un valioso empate en el añadido con el tanto del debutante Leo Suárez

En muchas ocasiones, el fútbol no es justo con el que más méritos hace. Lo sabe bien el Real Valladolid, que la semana pasada vio escaparse los tres puntos del José Zorrilla con un trallazo de Ibai en la última jugada del partido. Pero el balompié te da lo que te quita y, ante el Celta de Vigo, el Pucela se ganó el empate.
Y eso que los de Sergio González saltaron al césped de Balaídos dormidos, algo que los gallegos aprovecharon para hacer daño a través de la conexión entre Iago Aspas y Maxi Gómez. Apenas se habían disputado cinco minutos cuando el de Moaña aprovechó una buena dejada del uruguayo para batir a Masip.
Empezaba remando contracorriente el Pucela, al que el choque aún se le puso más cuesta arriba un par de jugadas después. Los dos protagonistas del primer tanto intercambiaron los papeles: Aspas se disfrazó de asistente y Maxi, cuyo control dio pie a que el colegiado revisara la jugada con el VAR, aumentó la distancia.
Los de Mohamed, un auténtico vendaval desde el pitido inicial, pudieron sentenciar el choque antes del primer cuarto de hora. Aspas y Boufal dispusieron de las ocasiones más claras, pero la falta de acierto primero y Masip después evitaron daños mayores.
Con el susto aún en el cuerpo, el Real Valladolid comenzó a despertar. El primero en probar fortuna fue Rubén Alcaraz con un disparo lejano pero, pese a acorralar al Celta, los blanquivioletas no lograban generar sensación de peligro. Aún así, el adelanto de la línea de presión comenzó a dificultar la salida de balón de los gallegos.
Cerca estuvo Iago Aspas de volver a hacer de las suyas tras la parada para hidratarse pero Nacho, imperial en defensa y soberbio a la hora de desbordar por el costado izquierdo, desbarató la intentona. El Pucela volvió a avisar mediante un disparo desde la frontal del área de Alcaraz tras un robo de Keko.
Los celtiñas parecían conformarse con el 2-0, y eso lo aprovechó Óscar Plano para recortar diferencias. El madrileño se adelantó a los dos centrales para mandar al fondo de la red el envío medido de Nacho desde la izquierda, anotando el primer tanto blanquivioleta de la 2018/19 y calmando esa ansiedad que generaba el no haber visto puerta todavía.
Dominio blanquivioleta en la segunda mitad y merecida recompensa
Tras el paso por vestuarios, el Real Valladolid se volcó en busca del empate. Pudo lograrlo Keko, cuyo centro al área se envenenó y obligó a Sergio Álvarez a intervenir. Fue entonces cuando Sergio dio entrada a Toni Villa, buscando más chispa arriba, momento que el Celta aprovechó para asestar un nuevo golpe.
Boufal se internó en el área y dejó el cuero a Aspas, que no dudó un instante y armó un potente disparo, ajustado al palo izquierdo, inalcanzable para Masip. Era el minuto 55 y, con el 3-1 en el marcador, las cosas se le ponían aún más difíciles al Pucela.
Sergio decidió poner toda la carne en el asador y retiró a Borja para dar entrada a Enes Ünal. Diez minutos tardó el turco en ver puerta al ganar la partida a la zaga y rematar otro pase magistral de Nacho. Con cierto suspense, eso sí, pues el colegiado volvió a recurrir al VAR para confirmar que la posición del delantero era correcta.
Con más de media hora por delante, Real Valladolid y Celta comenzaron a pugnar por ver quién sería el siguiente en asestar un golpe al rival. El Pucela luchaba con más fe y Balaídos contenía el aliento, respirando únicamente en la doble ocasión del canterano Brais, desbaratada por Plano y Masip.
Ya en el añadido, el técnico blanquivioleta agotó los cambios haciendo debutar a Leo Suárez. Y qué estreno. El argentino llegó y besó el santo, culminando sobre la bocina una jugada en la que se juntaron la precisión de Nacho y Plano y la pasividad del guardameta celeste.
Empate trabajado y merecido el del Real Valladolid en Balaídos, remontando por dos veces un marcador adverso y materializando por fin las ocasiones de gol generadas ante un rival con mucha pólvora arriba pero que se conformó y no cerró el partido.