El Real Valladolid retira una vez más su candidatura al play-off dejándose empatar por el Cádiz en el añadido, tras un gol de Toni Martínez

Silencio absoluto. De esos que casi duelen y que se clavan en lo más hondo del corazón. El ave fénix que hace tan solo unos días había resucitado en Oviedo, se estrelló este sábado en el césped de Zorrilla toda vez que el Pucela se dejó empatar por el Cádiz en el añadido tras el gol inicial de Toni Martínez. Un silencio sepulcral digno de un entierro, quizá el de las posibilidades del Real Valladolid de acabar entre los seis primeros, y que se consumó con el cabezazo de Servando para rematar una falta colgada al área en el minuto 92 y firmar el empate.
Era la sentencia final, pero antes hubo mucha intrahistoria, claro. La ocasión lo merecía. El Pucela, consciente de que se estaba jugando media -quizá toda- temporada a una carta, saltó al césped con ganas de llevarse el gato al agua para seguir la estela del play-off. Y quizá fuese ese el problema inicial. Mucha intención, mucha insistencia, mucho empuje, pero cero resultado. Sí se vieron buenos mimbres en el cuadro blanquivioleta con Luismi y Míchel, de nuevo juntos en el centro del campo, haciendo de escuderos de Toni, Plano y Hervías. Pero poco más.
Mucha combinación y mucho toque, acompasado con algún regate e intentona puntual del propio Toni, pero cero resultado. En el mejor de los casos el resultado era un remate forzoso y poco eficaz de Toni Martínez, con muchas ganas de demostrar que Jaime Mata no es su hermano mayor. El 4-2-3-1 de Sergio servía al menos para maniatar el ataque por bandas del Cádiz, que echaba en falta a Álvaro García como el comer.
Se acaba el camino
Y es que en esto se está convirtiendo este Valladolid mutante. Un equipo que ha ido evolucionando a lo largo de la temporada, algo que ha terminado de acentuarse con el cambio de entrenador. Aquel conjunto débil en defensa y voluptuoso en ataque ha dado paso a uno más práctico y menos enclenque atrás, de manera que, simplemente, es más práctico. Parece que hace sufrir menos, pero también es menos resultadista.
Así, sin pena ni gloria, fueron transcurriendo los minutos mientras ambos equipos se disolvían sobre el césped de Zorrilla como un azucarillo en un vaso de agua caliente. Siempre con una mayor iniciativa blanquivioleta, lógica debido a la clasificación de los dos en la tabla y al factor campo, el choque acabó tomando un ritmo cansino que se confirmó en los minutos finales de la primera parte, con el juego constantemente detenido y con un lesionado Luismi que dio paso a Borja. Y suerte que Abdullah no le dio la dirección adecuada a un balón en el último minuto, en el que todavía pudo haber susto.
La segunda parte comenzó con poco más menos de lo mismo, con dominio alterno, pero con un Pucela mordiéndose el labio consciente de su situación. Es curioso porque el equipo parece pelear, hacer lo que se le pide sobre el campo, pero no termina de transmitir esa sensación de estar dejándose el alma. Simplemente, no transmite, no da feeling. Incluso el gol de Toni Martínez mediada la segunda parte, un ejemplo de esta garra, tras una buena combinación con el otro Toni y con Nacho, pareció llegar con el partido a medio gas.
Al menos era motivo para el optimismo. Para la alegría. Para pensar que la semana que viene se podía ir a Los Pajaritos con posibilidades de volver a escuchar esta semana que sí, que de nuevo aparecía esa oportunidad de meterse en play-off, algo que lleva sin verse desde octubre. Pero este Valladolid no tiene esa estrella, esa suerte que necesita todo equipo campeón.
Cuesta abajo y sin frenos
Enfocado así, tenía que llegar la hecatombe. Masip se empleaba en portería para despejar las continuas internadas de Brian por la izquierda o las acometidas de Salvi, todo parecía relativamente controlado con un Pucela que no perdía los nervios e incluso parecía más cerca el 2-0 que el empate. Toni mandó fuera el balón tras una jugada digna de Ronaldinho dentro del área en el minuto 79 y Chris Ramos a punto estuvo de quedarse solo en un rebote en el que el árbitro terminó por pitar falta.
Y entonces el castillo de naipes se cayó. Silencioso, con poco estrépito pero con mucha repercusión. Cervera había gastado todas sus balas desde el banquillo, pero al Cádiz le quedaba una última en el añadido. Falta lateral colgada al área que puso en vilo a todo Zorrilla. Lo que todo el mundo temía, pasó. Servando le ganó la posición a Kiko Olivas, que no el salto porque no tuvo ni que saltar, y rompió la racha de más de 350 minutos sin marcar del conjunto gaditano. El estadio enmudeció.
Era ya demasiado tarde. En apenas cinco segundos de falta colgada y gol, pasaron por delante de todos los ojos de los aficionados los treinta y siete partidos disputados hasta ahora. Altibajos, más de lo segundo que de lo primero, en una temporada que parece que empieza a caer por su propio peso. Matemáticamente sigue existiendo posibilidad, como suele decirse en estos casos, pero da la sensación de que este equipo ya ha dado todo lo que podía de sí.
FICHA TÉCNICA:
REAL VALLADOLID: Masip; Antoñito, Kiko Olivas, Calero, Nacho; Luismi (Borja, min. 45+1), Míchel; Hervías, Toni (Anuar, min. 83), Óscar Plano; Toni Martínez (Chris Ramos, min. 66).
CÁDIZ CF: Cifuentes; Correa, Servando, Mauro, Brian; Abdullah (Eugeni, min. 80), Garrido (Alberto Perea, min. 65); Carrillo, Álex, Salvi; Barral (Romera, min. 65)
GOLES: 1-0, minuto 59: Toni Martínez; 1-1, minuto 90+2: Servando.
ÁRBITRO: Ocón Arráiz. Mostró tarjeta amarilla a los locales Luismi y Míchel; y a los visitantes Brian y Garrido.
INCIDENCIAS: Partido correspondiente a la jornada 37 de LaLiga 1|2|3, disputado en Zorrilla ante 13.375 espectadores.