El Real Valladolid fue incapaz de imponerse al Rayo pese a avasallar la portería vallecana durante la segunda mitad, de manera que la continuidad de Luis César queda en el aire

No hubo resurrección. No del todo, al menos. El Real Valladolid no pudo o no supo imponerse al Rayo Vallecano en Zorrilla y firmó un empate a un tanto pese a apabullar al conjunto madrileño durante la última media hora de juego, tiempo en el que se vio con superioridad numérica después de la expulsión de Velázquez por doble amarilla. Los de Luis César, quien por cierto queda con el cargo más entredicho que nunca, no fueron capaces de volver a adelantarse después de que Mata transformara un penalti recién comenzada la segunda mitad y De Tomás estableciera, también por medio de una pena máxima, el que a la postre sería el 1-1 definitivo.
Y no será porque no se intentó. Un Pucela tibio en la primera parte de dejó paso en la segunda a uno consciente de su situación, de esa soga que se está poniendo al cuello partido tras partido y que le va apretando hasta ahogarse. La realidad dicta que el play-off no queda lejos, no en demasía, pero al final la situación no cambia nunca a mejor y se convierte en una quimera inalcanzable jornada tras jornada.
Ese es precisamente el eterno dilema del Real Valladolid. En una semana de ruido de sables hacía falta ganar como el comer, sumar tres puntos para la saca que templaran la situación y devolvieran las aguas a su cauce. Un triste y a todos ojos insuficiente empate hace todavía más visible que el método Luis César no termina de funcionar como para terminar alcanzando la promoción de ascenso. ¿Habrá destitución en los próximos días? La lógica hace pensar que sí.
La cuestión es que el partido arrancó bajo lo establecido, con el conjunto blanquivioleta ejerciendo de anfitrión y más empuje que el equipo vallecano, pero sin un juego eficaz y sin dominio. Los jugadores del Pucela hace tiempo que dejaron de creer en sus propias posibilidades, y así es más difícil imponerse al rival. Ni siquiera el debut de Borja Herrera en la izquierda, que llevó a Moyano a su banda natural, supuso una gran novedad ofensivamente hablando.
Y es que la primera parte se dejó pasar entre bostezos y aburrimiento. A los dos pistoleros, Mata y De Tomás, no les llegaban balones en condiciones para tratar de materializar tantos. Plano se peleaba por su lado, tratando de hacer la guerra solo, pero con poco efecto. Al menos sí se mostraba el equipo seguro atrás en defensa, si bien sobra decir que con solo eso no se ganan partidos. Así, con más ganas que hechos, se llegó al descanso.
Más movimiento
Tras el paso por vestuarios la cantinela fue otra. De hecho fue cuestión de segundos que Velázquez zancadilleara al propio Plano dentro del área de manera completamente innecesaria, suficiente para que el Valladolid se pusiera por delante en el marcador toda vez que Mata volvió a cumplir desde los once metros. Era solo el comienzo del baile.
Faltaba la respuesta del Rayo, que no se hizo esperar. Un equipo sólido, bien hecho en estos dos tercios de campeonato y que realmente aspira a ser uno de los dos equipos que acabe ocupando las plazas de ascenso directo a final de temporada. La cuestión es que Borja levantó la pierna más de la cuenta para intentar despejar un balón y acabó devolviéndole el favor a los visitantes. De Tomás, quien por cierto cumplió su promesa y no celebró, no perdonó a Masip.
Fue entonces cuando el Pucela rompió su dinámica habitual de hundimiento cuando las cosas se ponen difíciles y comenzó a estirar líneas. Hasta parecía que el equipo se lo creía, que veía factible volver a adelantarse.
Giannotas sustituyó a Hervías para dar más profundidad por banda derecha, espacio por el que se materializaban prácticamente todos los ataques blanquivioletas, y parecía cuestión de tiempo que cayera el segundo. Todo hacía pensar que con las tablas de nuevo en el luminoso tocaba volver a empezar de cero, pero no sería así. Velázquez terminó de redondear un partido para olvidar auto expulsándose con una doble amarilla muy justa, lo cual ponía las cosas aún más de cara.
Fue el pistoletazo de salida para el asedio definitivo. El árbitro no quiso ver un posible penalti a Giannotas que, como explicó el propio Luis César después del partido, el entrenador del Rayo le confesaría que sí debieron señalarse los once metros, mientras Mata, Hervías y un recién incorporado Toni se desesperaban sin acierto arriba. Es lo que tiene la pólvora mojada.
El resto de cambios, tanto del Pucela como del Rayo, no surtieron el efecto esperado para abrir hueco en el mar de piernas vallecanas que parecían aparecer siempre que un balón amagaba con infiltrarse para dejar solo a Mata. Ni siquiera un correcto Míchel, quien entró en el lugar de Anuar, tuvo su mejor partido. El reloj de arena no se detenía, lento pero con avance inexorable, hasta que el trencilla señaló el definitivo camino de vestuarios. El Real Valladolid, y más concretamente Luis César, quedan tocados y habrá que ver sin hundidos.