Análisis del próximo rival del Real Valladolid

Y una vez te has levantado, a por el segundo paso. Un paso que debe ser firme, sin dudas, para demostrar que la recuperación existe y es real, que no es un fuego de artificio o flor de un día. El Real Valladolid tiene la dura tarea de imponerse al Real Zaragoza en Zorrilla en el último partido del año para hacer ver a su afición que sigue teniendo opciones, que no hay que olvidarse todavía de los puestos de ascenso.
Eso sí, la tarea no pinta precisamente sencilla. Jugar dos encuentros consecutivos como local es una buena noticia para intentar terminar lo más arriba posible, pero el conjunto maño no se trata de un rival fácil de derrotar, pese a que como el propio Pucela no pasa por su mejor momento. Este martes se verá sobre el césped un choque de poder a poder.
Años de penas
Y es que se trata de dos clubes históricos purgando sus pecados en Segunda División… por ahora dejando mucho que desear. El Zaragoza ocupa ahora mismo la decimotercera casilla de la clasificación con veintitrés puntos cosechados en diecinueve jornadas, a nueve del play-off y a doce del ascenso directo. Sobra decir que dos brechas demasiado grandes para un equipo que, año tras año y este ya es el quinto en Segunda, aspira a volver a Primera División.
Demasiado duro fue ya el curso pasado quedarse fuera de la promoción en la última jornada, en una dolorosa derrota por 6-2 ante un Llagostera que ya estaba descendido. Temporada tras temporada las expectativas de ascenso terminan frustradas y, pese a que durante el verano las ilusiones se renuevan, la afición ya empieza a estar agotada de tanta inversión en vano. Una afirmación demasiado contundente para un club que ha militado 59 temporadas en la Liga de las estrellas.
Claro, cinco años en la ‘B’ han dado para muchas historias, por desgracia la mayoría de ellas negativas. Un club frágil en lo económico y en lo institucional, que no termina de encontrar su hueco. La triste realidad dicta que este año tampoco se está haciendo un buen papel sobre el césped, y la mejor muestra de ello es la clasificación y el hecho de haber conseguido solo cinco victorias por el momento, con ocho empates y seis derrotas a las espaldas.
La última ante el Cádiz (0-2) de hace diez días y el empate este pasado fin de semana ante el Albacete (0-0) solo vienen a confirmar que este Zaragoza de Natxo González no termina de despegar, que le queda un mundo para optar siquiera al play-off. Las aguas bajan revueltas en el río maño y solo una victoria en Zorrilla serviría para templar ligeramente la situación y cerrar el año con un poco más de tranquilidad.
Falta de acierto
¿Pero a qué juega este Zaragoza y cómo lo hace? Lo cierto es que los blanquillos atraviesan en este momento una crisis ofensiva que les ha llevado a materializar tan solo un gol en los cinco últimos partidos. Y ya se sabe, sin gol no hay paraíso. González ha probado en las últimas alineaciones con dos delanteros como son Toquero y Borja Iglesias para ver si soluciona el entramado, pero ni por esas.
Al entrenador no le ha quedado otra alternativa que probar con el clásico 4-4-2 para ver si mejora la presencia goleadora sobre el campo, sobra decir que con poco resultado. Y desde luego no será porque el Zaragoza no tiene nombres de quilates. Javi Ros por detrás de los dos puntas e Iñigo Eguaras para fijar en centro del campo con Pombo y Raúl Guti por la bandas. Pero nada. Veinte goles en diecinueve jornadas no son un balance para tirar cohetes, qué duda cabe.
Así las cosas, el técnico es perfectamente consciente de que el choque de este martes podría ser el último si no se saca un resultado positivo de Zorrilla. El todo por el todo para los dos equipos, con mucho en juego. Es lo que tiene el hecho de que se enfrenten dos equipos en crisis, que solo uno podrá solucionarla.
Curiosidad del rival de esta jornada: ¿Por qué el Zaragoza cuenta con un León en su escudo? En el siglo XII, Ramiro II ‘El Monje’ y Alfonso VII llegaron a un acuerdo para que el segundo le devolviera al primero la ciudad de Zaragoza a cambio de una generosa suma económica y el matrimonio entre hijos de ambos. Además, Alfonso cedió uno de los símbolos de sus reinos, el León, que de esta manera quedó fijado como una de las marcas de la capital aragonesa.