El Real Valladolid podría acabar con sus problemas atrás sumando otro jugador a la línea de zagueros
El Real Valladolid se está viendo penalizado desde el inicio de la competición liguera por un mal defensivo que va más allá de nombres. A excepción de en la portería y en el lateral derecho, Luis César Sampedro ha introducido diferentes variantes que han tenido un resultado semejante, los goles encajados, que convierten a su equipo en el segundo más goleado del primer tercio de competición en la Segunda División después del Córdoba CF, quien, casualmente, se encuentra en la posición de colista.
En opinión del técnico, los tantos recibidos han llegado a través de diferentes opciones de ataque, mayor innegable, si bien en fechas recientes se está viendo la búsqueda reiterada del espacio que dejan los laterales por parte de los rivales para percutir y dañar. El último ejemplo fue el Real Sporting de Gijón en El Molinón, conjunto que fue capaz de generar varias situaciones francas de gol a través de la generación de ventajas exteriores para Jordi Calavera, su lateral derecho.
Sucedió principalmente en acciones verticales o al contragolpe, las que más sufre el Real Valladolid por dos razones bastante evidentes: la primera, que suele ser el poseedor del balón en un porcentaje altísimo, y la segunda, que cuando se produce una pérdida la altura de los laterales ‘invita’ al rival a desplegarse veloz. Así, la disposición ofensiva es tal, hay tantos hombres en campo rival o por delante del balón, que este tipo de envíos desnuda una debilidad acaso numérica, puesto que por detrás del esférico no suele haber más de tres jugadores, con el añadido de que dos de ellos –los centrales– tienden a estar muy abiertos.
Aunque incluso en ataque organizado se llega a dar esta exposición. En encuentros anteriores al disputado en Gijón se ha comprobado cómo el conjunto de Luis César no dispone de las herramientas para frenar al rival cuando se produce un cambio de sentido en forma de diagonal como los que realizaron el Nàstic de Tarragona o el Leganés en Zorrilla. Por lo tanto, no se trata solamente de tibieza o falta de concentración, sino también de inferioridad numérica a la hora de defender según qué acciones o sectores.
Desde que lo hiciera la Cultural Leonesa, ningún equipo ha rebatido la posesión al Pucela, y es que no lo necesitan; les es suficiente con hacer aquello que explotaron sus dos últimos rivales. E igual que los asturianos, los catalanes sirven de ejemplo. Una vez recuperaban el cuero no siempre lo servían rápido hacia arriba, debido a que la amenaza en el intento de parar la acción a veces provocaba un inicio un tanto más pausado. Pero el espíritu ofensivo de los laterales y que rara vez (casi nunca) se sitúan en la misma línea que los centrales, porque muy rara vez se encuentra el equipo tan amenazado como para que se tengan que hundir, hace que existan espacios a su espalda y que el ‘rango’ de defensa de los centrales sea amplio.
Esto es; el central no solo debe estar pendiente de lo que pasa en su zona de influencia inmediata, sino que además debe estar alerta no ya de hacer una ayuda al compañero, sino de que su cobertura sea completa; de suplir la ausencia del jugador ‘alto’ vaciando el hueco que se le ha asignado. Y la consecuencia es lógica: si el central se ve obligado a ocupar el puesto del lateral, en algún sitio se generará (de hecho, se genera) un hueco. Y el tercer hombre –Borja, frecuentemente– no está siendo suficiente.
Sumar un cuarto defensor
Esta circunstancia tampoco es nueva, y la imagen se produjo en Zorrilla recientemente. El Nàstic de Tarragona tenía el balón en el sector izquierdo de su ataque y derecho de la defensa. El Real Valladolid hizo el balance hacia ese lado fuerte del rival para neutralizar su salida, recuperar el cuero y volver a golpear. Pero no fue capaz. Y, con Kiko Olivas ocupando el puesto del lateral derecho, Borja el de central y Calero el de central izquierdo, el cambio de orientación suponía era un caramelo que saborear a la espalda de Ángel.
¿Cómo acabar con este mal, detectado ya por los demás entrenadores? Las opciones son varias, aunque Luis César ha confirmado en la previa del choque contra el Real Oviedo que no desea perder alegría en su estilo de juego (no de momento). Y como el fútbol no es una ciencia exacta puede que incluso sin hacerlo la problemática cambie, aunque, vistos los números del arranque de la temporada, cuando la pelotita entraba, la verdad es que parece difícil.
Así, salvo que la interrupción tras pérdida pase a ser perfecta, cosa que hasta ahora no, se antoja necesario ganar empaque. ¿Cómo? Ganando un defensor más. Un cuarto hombre por detrás del balón que se sume al volante defensivo incrustado entre los centrales y a estos dos para reducir el campo de actuación que estos están obligados a ocupar con la disposición actual.
Una opción podría ser modificando la altura de los laterales, actualmente más carrileros y frecuentemente los dos en campo rival. En lugar de ‘vivir allí’, podría haber una alternancia en las subidas que permita resguardarse al equipo en caso de pérdida, que, de producirse, no descubriría ni siquiera el lado en el que no haya lateral: ahí sí, el balance defensivo permitiría al central de ese perfil salir sin perder un efectivo dentro gracias a la presencia del mediocentro defensivo y del otro central.
Otra posibilidad sería pasar a jugar con tres centrales, dibujo en el que sería ese tercer defensor natural el que ejercería de parche ante la salida lateral del corrector y, además, no impediría el vuelo de las alas. Cierto es, supondría un ajuste a mayores que haría perder un atacante con respecto al dibujo actual, que no una pieza en comparación con la idea anterior, en la que, en definitiva, se propone que el 3-3-3-1 de facto utilizado en estas catorce jornadas primeras se convierta en algo semejante a un 4-3-2-1.
Esto puede dar pie a la creencia de que se perdería creación y creatividad, aunque no necesariamente, ya que el doble pivote preponderante en este inicio de curso podría dejar paso a otro formado por Borja –el corrector actual– y un jugador como Toni, Míchel o Cotán, quizá más dotados en los apartados anteriores que Luismi, que vendría a suplir las funciones del mediapunta ‘retirado’ (si es que se le puede llamar mediapunta a lo que hoy hay, y no ‘segundo delantero’ como parece).
Y ni siquiera así el éxito estaría garantizado, claro. Como ha anticipado Luis César, esto podría provocar que el equipo jugase «peor», aunque podría ser una manera de acercarle, si no a la victoria, sí a una mayor seguridad defensiva anhelada. Porque que nadie se lleve a engaño: sin renunciar a una apuesta estética como la actual, la prioridad del Real Valladolid, y la de cualquier equipo, debe ser la de ganar. Y esto pasa por atacar… y defender.