Luis Rodríguez es socio fundador de la Peña Mendilibar y su presidente desde hace tres años.
Hoy, uno de febrero de 2012, es el aniversario de una fecha muy especial para los que somos aficionados del Real Valladolid. Se cumplen dos años de la destitución de uno de los baluartes con los que los aficionados al fútbol en general y concretamente los del Pucela reconocieron y aún incluso siguen reconociendo a nuestro equipo. Se trata del gran D. José Luis Mendilibar Etxebarría.
Muy atrás queda el verano de 2006, cuando Carlos Suárez anunciaba la contratación del entrenador vasco, famoso por su fugaz paso por el Athletic Club de Bilbao y anteriormente por completar una magnífica temporada en el Eibar, equipo con el que casi consigue el ascenso.
Los principios no fueron nada fáciles (no hay más que recordar las derrotas contra el Ciudad de Murcia, el Poli Ejido o contra el Salamanca en casa), pero poco a poco el equipo se fue afianzando hasta conseguir el récord absoluto de partidos sin perder y dando con el ansiado ascenso.
Desde el principio Mendilibar supo transmitir un sistema de juego además de un concepto o idea de equipo. Una idea que consiguió no sólo armar un equipo, sino que también ‘enganchar’ a los aficionados y que al Real Valladolid se le conociera por toda España por su sistema de juego.
Una vez alcanzada la primera división, José Luis, una persona con unas ambiciones sin límite, siguió fiel a sus ideas y sin renunciar a sus principios consiguió que el equipo fuera competitivo además de mantenerlo en la categoría durante las dos siguientes temporadas.
La ciudad no sólo se sentía identificada más que nunca con el equipo, sino también con su entrenador. En especial, un grupo de aficionados, que decidimos crear una peña en honor a su figura, la Peña Mendilíbar (la cual tengo el honor de presidir desde hace tres años).
Llegó la temporada 2009/10, una temporada en la que se pretendía conseguir un salto hacia adelante invirtiendo el equipo dinero en fichajes aparentemente ilusionantes. Sin embargo, la combinación de unos malos resultados y una parte de la plantilla no comprometida repercutió de manera negativa en el gran ambiente que había rodeado al equipo.
Como casi siempre en estos casos, lo más fácil es despedir al entrenador y decantarse por soluciones de urgencia, de modo que el uno de febrero de 2009 el Real Valladolid puso fin a esta idílica relación con las esperanzas de poder mejorar los resultados deportivos, algo que no se produjo, lamentablemente.
Han pasado ya dos años, pero en el recuerdo de todos nosotros sigue estando la estela de Mendilibar, la estela de alguien que un día nos hizo felices no sólo por sus éxitos, sino por el hecho de tener entre todos nosotros a una persona tan afable y peculiar como él es y que a día de hoy tienen el gusto de disfrutar los aficionados de Osasuna.
Mentiría si dijera que en mis sueños no ha aparecido un Real Valladolid en el futuro volviendo a ser entrenado por el mago de Zaldibar.