Los últimos partidos del Real Valladolid demuestran la necesidad de ‘acelerar el proceso’ y de renunciar, siquiera momentáneamente, al muy manido rombo
El Real Valladolid, tal y como publicó este portal este miércoles, es el equipo de Segunda División que más pases da, pero, a su vez, es también el octavo que más necesita para marcar gol. Este dato, así, descontextualizado, no dice mucho, pero cuenta más si se recuerda que el conjunto blanquivioleta es el noveno de la categoría en lo relativo a goles marcados y que camina octavo en la clasificación.
Otros hay que están peor, no cabe duda, pero la realidad es, si no desalentadora, por lo menos no tan halagüeña como el mundo querría, teniendo en cuenta que los pupilos de Paco Herrera siguen sin ganar tres partidos seguidos y han cosechado a estas alturas de la temporada las mismas derrotas que triunfos.
La evidente falta de empaque que ha mostrado hasta ahora el Real Valladolid ha ido de la mano de la sensación de que el dominio del balón es estéril, o por lo menos no hace tanto daño a los rivales como, por otra parte, el equipo parece estar capacitado para generar. Si bien estaba llamado a estar dominado por los centrocampistas (y en algún momento así fue), lo cierto es que el rombo no ha acabado de cumplir las expectativas generadas.
Y como la vida es cambio, y sobre todo si algo no marcha bien, el debate sobre su idoneidad ha resucitado; más si cabe viendo el actual momento de forma de Álex López y que Raúl de Tomás continúa reclamando una oportunidad en el once a base de goles y ocasiones. Y aunque el fútbol no es una ciencia exacta, y ciertamente no tiene porqué ser la solución, la realidad es que parece el momento de recuperar el tridente en ataque.
Aunque cuando comenzó la temporada el 4-3-3 no funcionó, en su segunda aparición durante el curso pareció una alternativa más que válida, sobre todo teniendo en cuenta los problemas de generación de peligro que tenía –y tiene– el Real Valladolid. Si bien es cierto que jugar con cuatro centrocampistas otorga prácticamente por la inercia que genera su calidad el dominio de la posesión, esta no vale de nada si no encuentra el fin último del fútbol, que es marcar goles.
Así, ya son unas cuantas las veces que el centro del campo fagocita el balón, aunque sin el impulso necesario hacia la puerta rival. Lejos de ofrecer su mejor rendimiento en este aspecto, ni Joan Jordán, ni Álex López, ni Míchel están encontrando portería con la asiduidad que requieren el dibujo y el equipo. A mayores, aunque la presencia en el campo del rival es innegable, también lo es la horizontalidad y el atasco provocados por la duplicidad de roles en que deriva que estén estos tres en zonas intermedias.
Como se ha visto otras veces, perder un hombre en esta zona la ‘limpiaría’ y aceleraría el proceso generador. Esto es; la ausencia de uno de estos tres ‘peldaños’ obligaría a dar pasos más largos, pero también podría derivar, o por lo menos esa sería la intención, en que estos fueran algo menos ‘atropellados’. Se perdería un eslabón en la cadena de seguridad, a priori, pero, sobre el papel, se ganaría en otros aspectos.
Aquel desequilibrio en el costado izquierdo que se percibió en la primera etapa vivida con el 4-3-3 desapareció en la segunda gracias al mejor punto de forma de un Míchel que, además, se ha erigido líder y necesita estar en contacto con el cuero. Y, en todo caso, es algo que sin ser siempre patente está siempre latente, toda vez que es por el lado contrario por donde suele progresar más y cobijarse mejor el Real Valladolid.
Por si esto fuera poco, el rombo no elude el problema al 100%, como se vio en Montilivi, ante un Girona que se hizo fuerte precisamente en el lado débil de los blanquivioletas. Es más: esa zona estuvo deshabitada y se quedó casi exclusivamente para las subidas de Balbi primero y de Ángel después, toda vez que Mata fue un delantero muy ‘nueve’, en contraste con José, más extremo.
Por lo tanto, siendo una característica propia del conjunto, aunque la lógica pueda invitar a tratar de aminorar esa sensación con otro jugador, este no desaparecerá; seguirá siendo el interior de turno, se llame Álex López o Míchel Herrero. Por no hablar de que los delanteros, convertidos en extremos, podrían (o incluso deberían) alterar su altura para colaborar en defensa.
Es ese aspecto defensivo el que puede invitar a pensar en extremar cautelas, pero con ese retorno mencionado de aquellos que acompañen al lateral la amenaza o el riesgo son menos. Incluso, en fase defensiva se podría esbozar un 4-2-3-1 (así lo definió Herrera después de Soria), en el que el ‘6’ (hasta ahora, Jordán) acompañaría a André Leão en un falso doble pivote cuando el rival tenga el balón.
Cuando sea propio, mientras tanto, cabría esperar que el Real Valladolid quisiera menos el cuero en los primeros metros en campo rival y que enredara menos con la posesión. Con todo, la renuncia a un hombre en el inicio de la acción iría de la mano de su posición en la zona cercana a la finalización, lo que debería derivar en una capacidad mayor de generar ocasiones de gol.
Asimismo, abriría a los dos delanteros utilizados en la actualidad y que tan bien manejan el fuera-dentro, como son José y Villar, quien ataca especialmente bien el segundo palo. Por no hablar de que la entrada de un tercer jugador en el ataque permitiría una mejor fijación de la defensa rival que la vista en Montilivi por mor de esa posición ya comentada.
La acumulación de piezas ofensivas no es conditio sine qua non para atacar mejor, pero, llegados a este punto, ayudaría, ya que seguramente potenciaría a esos dos extremos la existencia de una referencia que divida más las vigilancias. Por lo tanto, se trata de un hecho cuantitativo, pero también de algo cualitativo, porque es probable que el fútbol fuera más fluido en ese caso. Supondría, con todo, el acelerar un proceso que hoy aparece atascado, debido, en parte, a los actores principales.
Aunque el rombo funcionó en el pasado, y no es descabellado que vuelva a funcionar, incluso en el partido próximo, lo cierto es que, como ya se ha comentado y analizado, el actual momento de forma de Álex López aconseja un relevo que perfectamente podría pasar por un Raúl de Tomás que se encuentra en una línea ascendente.
Sabido es, empero, que Paco Herrera es más paciente que el Santo Job y que a fuerza de insistir con él, Míchel apareció. Aunque no menos cierto es que no por incidir en algo o en alguien necesariamente va a cambiar. Y las jornadas pasan. Y la explosión definitiva del Real Valladolid no llega. Por eso quizá sí, es el momento del 4-3-3.