El malagueño vuelve a escoger el José Zorrilla para su debut, esta vez como entrenador oviedista
Casi tres décadas han pasado desde que Fernando Hierro pisó por primera vez el césped del feudo blanquivioleta. El domingo lo volverá a hacer, aunque esta vez será desde el lado visitante. No es una novedad que el malagueño pise el José Zorrilla defendiendo unos colores que no sean los blanquivioletas: ya lo hizo cuando vestía la elástica del Real Madrid.
Sin embargo, el destino ha querido que su debut como primer entrenador sea en el mismo escenario en el que tomó la alternativa con apenas diecinueve años. Hierro llega a Valladolid como timonel del barco oviedista en la que será el comienzo de una nueva etapa en su trayectoria profesional. Una trayectoria marcada, tanto el pasado como en el presente, por los colores blanquivioletas.
Pucela, su particular cantera y trampolín
Jugador de las categorías inferiores del Vélez CF, club de su localidad natal, Fernando Hierro llegó a plantearse su trayectoria futbolística durante la adolescencia. Rechazado por el Málaga, el por aquel entonces juvenil decidió comenzar a trabajar en un taller de coches.
Fue en ese momento cuando el Pucela se cruzó en su camino. Y lo hizo en forma de su hermano Manolo, que jugó dos temporadas en el Valladolid y le animó para fichar por los blanquivioletas. Hierro hizo las maletas y en 1986 puso rumbo a la capital del Pisuerga, donde comenzó integrando la plantilla del Promesas.
Como si de un canterano más se tratara, el malagueño fue subiendo peldaños hasta llegar al primer equipo. De la mano de Cantatore, Hierro debutó en el José Zorrilla el cuatro de octubre de 1987 contra el Espanyol y, desde ese momento, se ganó la titularidad.
Primero como interior derecho y más tarde como central, Fernando Hierro se ganó el cariño de la parroquia blanquivioleta. Aquel joven polivalente y espigado, que no entraba en los planes del Málaga, se convirtió en un referente del juego del Valladolid. Y con solo diecinueve años.
En sus dos temporadas como blanquivioleta, Fernando Hierro disputó casi 5.000 minutos. Veintinueve partidos cada año en los que siempre fue titular y comenzó a mostrar su faceta goleadora. Pronto comenzaron a salirle pretendientes.
Su primer contacto con el Real Madrid, el que a la larga fue su club por excelencia, se dio en la final de la Copa del Rey de 1989. El Pucela se enfrentaba a los blancos con el objetivo de ganar su primer trofeo en esta competición, aunque la quinta del buitre terminó con los sueños blanquivioletas. Un mes más tarde, Hierro fichaba por el club madrileño.
Referencia del Madrid y de la selección
Tras su paso por el Real Valladolid, Fernando Hierro forjó una carrera ligada a la disciplina blanca. Catorce fueron las temporadas que el malagueño pasó en el Santiago Bernabéu, donde –entre otros títulos– se proclamó cinco veces campeón de Liga y tres campeón de Europa.
Reconvertido a veces a centrocampista, siempre con carácter defensivo, fue el líder de la zaga madridista junto a Manolo Sanchís. No dejó de lado el olfato goleador que había comenzado a mostrar en su época blanquivioleta. Mas bien, todo lo contrario: sus 127 goles –una cifra realmente sorprendente, teniendo en cuenta su posición– le convierten en el decimotercer máximo anotador blanco.
En la selección, Hierro llegó a jugar cuatro mundiales seguidos antes de retirarse en el de Corea en 2002. Su papel en el Valladolid le había hecho merecedor de un puesto en la sub 21 y fue subiendo escalones hasta llegar a la absoluta.
Con ‘La Roja’, el malagueño fue internacional 89 veces y anotó veintinueve tantos que le hacen ostentar el lugar de cuarto goleador histórico de la selección. No en vano, fue durante muchos años el capitán del equipo nacional.
Fernando Hierro cuenta con un pasado en el que los colores blanquivioletas jugaron un papel importante en su desarrollo futbolístico. Los mismos colores que volverán a cruzarse en su camino este domingo y que, sin duda, marcarán su trayectoria futura.