Los problemas del Real Valladolid empiezan en el centro de la defensa, una zona cuyos ocupantes no son del estilo de Miguel Ángel Portugal

Bien es sabido que en Segunda División la defensa es clave para conseguir el ascenso. En primer lugar, lo más importante en la categoría de plata es recibir pocos goles, tal y como lo demuestran los datos: Leganés y Alavés son el segundo y tercer equipo menos goleados de la competición.
Sin embargo, poco se habla de la importancia de los centrales en el comienzo de la jugada. Juanpe y Marcelo Silva han demostrado que son capaces de mantener la portería a cero –siempre y cuando estén plenamente centrados–. Por el contrario, no han dado señales de saber sacar el balón con cierta capacidad.
Marcelo Silva ha demostrado que en la faceta puramente defensiva no es malo; va bien al corte y es contundente. Pero su lentitud y su pobre juego con el balón hacen que la salida de este se vea enormemente lastrada.
Sin Marcelo Silva como opción para sacar la pelota, Juanpe ha sido el defensa en el que ha caído esta responsabilidad. Sin embargo, el jugador del Granada tampoco ha conseguido destacar en esta característica, pues no es un jugador con un gran toque de balón, ni con una gran visión, aunque sí ha demostrado tener un buen golpeo en largo del esférico.
Sea como fuere, que no tengan buen toque de balón no tendría porqué ser un problema. El ejemplo más claro lo encontramos en el Pucela de José Luis Mendilibar. Aquel equipo tenía un central indiscutible, Iñaki Bea, y otro que iba alternado entre Baraja, Iván Hernández, García Calvo, De la Cuesta e, incluso, Rafa. Ninguno de ellos se afanaba demasiado en jugar la pelota con mimo, pues no era el juego que promulgaba el de Zaldívar.
Foto: Real Valladolid
Su juego consistía más bien en salir por las bandas o en enviar balones largos para Llorente y que este, o bien prolongase a Víctor, o bien la bajase y jugase con sus compañeros. La idea era sencilla y los centrales no necesitaban complicaciones. Eran defensas que iban acordes al juego del equipo.
Ejemplos drásticamente distintos son los ‘Pucelas’ de Djukic y de Rubi. Aunque la salida muchas veces era lateral, el serbio quería que sus jugadores tocaran el balón, por lo que necesitaba unos centrales con capacidades casi de centrocampistas. Encontró eso en Rueda y Valiente, ambos capaces con el balón en los pies y buenos en sus decisiones.
Con Rubi el caso era semejante. Los dos mismos centrales, pero con más experiencia, aunque con dos mediocentros con algo menos de toque y recorrido que Álvaro Rubio o Víctor Pérez. Efectivamente, André Leão y Timor tenían menos juego que los mencionados Rubio y Víctor, algo que se solucionaba, empero, con una mayor participación en el juego de Marc Valiente y, sobre todo, de Jesús Rueda.
En cualquiera de estos tres casos, el Real Valladolid contaba con unos centrales que sabían jugar como lo hacía el equipo; ya fuese más directo o de mayor toque. El juego se empezaba a construir desde los zagueros, que estaban cómodos con la pelota, pues sabían qué tenían que hacer, algo muy diferente de lo que pasa en estos momentos con Marcelo Silva y Juanpe. Ambos son jugadores expeditivos y rocosos que encajarían más con el estilo de Mendi que con el de Djukic, Rubi o el del propio Portugal.
El actual técnico del Real Valladolid trata de promulgar un juego de toque, aunque no tanto como el de los anteriores entrenadores, y en donde los dos defensas centrales no encajan. La incapacidad de estos a la hora de sacar la pelota hace que uno de los mediocentros se vea obligado a retroceder a zona de centrales para que el equipo tenga un mínimo de posibilidades de sacar el balón jugado.
Que un medio bajes a recibir no es algo extraño. El objetivo de ese cabecero es generar una superioridad para sacar con más facilidad el balón, pero esa superioridad no es real si los dos defensas no son capaces de adentrarse en campo contrario con el balón en los pies, y mucho menos si ningún otro jugador viene a recibir el balón, pues se crea un espacio vacío enorme en el medio del campo.
Entonces, ¿de quién es la culpa? Podría ser de Braulio por su error a la hora de confeccionar la plantilla, sí. Sin embargo, el director deportivo contaba con Gaizka Garitano como entrenador del primer equipo y todo su plantemiento se fue al traste tras la destitución del vasco (si bien es verdad que los jugadores de ataque del Pucela tampoco estaban hechos para Garitano).
Si el rendimiento del ataque pucelano hubiese sido mayor, quizá en invierno el equipo se hubiese podido reforzar con otro defensa más capacitado en la salida del balón, pero las prioridades eran los atacantes.
¿Es por tanto culpa de Portugal? Puede ser que el esquema o la idea que emplea el entrenador castellano no sea la mejor para sus centrales, pero no puede supeditar dos jugadores al resto de la plantilla. ¿Culpables? No se pueden definir, sin embargo, el Pucela arrastra un gran problema en el eje de la zaga.