Juan Carlos Alonso recuerda diferentes éxitos del fútbol en Valladolid para poner en valor su importancia, que parece olvidada, en la Ribera del Pisuerga

Me comentaba un amigo sevillano, de estos de Feria y Rocío, que no llegaba a entender la fama de fríos de los habitantes de la ribera del Pisuerga. Estaba en las hemerotecas y en los tópicos, esos que repetidos muchas veces se convierten en verdad, pero que comprobados a ras de ciudad son desmentidos, sobre todo después de ver una innovadora y mágica paradance completada con unos vasos y pinchos por la zona de Coca en la Feria de Día (que nada menos habíamos importado de la ciudad rival del invitado como es Málaga) y unos GinTonics en los aledaños del antiguo Mercado del Val para rematar en la Erchus de toda la vida.
Mi amigo, el sevillano, estaba encantado de tanta muestra de hospitalidad y diversión. Tanto que todo le llevó a exclamar (también producto de las horas): «Peazo noche llevamos, quillos. Menos mal que erais aburridos; tela».
Pues sí, tienen que venir de fuera a decirnos lo que somos para dentro de nuestra seriedad y timidez esbocemos una pequeña sonrisa (pero sin sacar nunca pecho). Cuando nos proponen un reto a los vallisoletanos, lo superamos con matrícula de honor. Ejemplos hay varios en nuestra reciente historia como la paradance, la final del Europeo sub 21, el Valladolid Latino y un sinfín de eventos que entraron por nuestra ciudad y en muchos casos se quedaron, sobre todo en la memoria.
Pero si alguien ha sido capaz a lo largo de los tiempos de hacer vibrar a nuestra ciudad y llevarla a lo más alto ha sido el Real Valladolid; en tiempos sin importar la categoría, en otros con la exigencia máxima de ser el decimotercer equipo histórico de Liga de Fútbol Profesional. Quién no recuerda ese Leyenda del Pisuerga surcando sus aguas llevando a aquellos héroes que establecieron un récord de victorias seguidas y posterior ascenso.
O aquella celebración en la plaza de toros con futbolistas convertidos en toreros por un día que recoge Santiago Hidalgo en su libro ‘Una vaca brava en el Estadio José Zorrilla’. O ese tren a Palamós. O la expresión máxima del éxito, aquel Pepe Moré levantando al cielo que abrigaba Zorrilla la Copa de la Liga. Incluso se ha tenido momentos de dificultad en los que el carácter castellano nos hizo recuperar una plaza en Primera División, aunque hubiera que crear una competencia de veintidós.
La nostalgia a veces es el embrión de la depresión, y ahora nuestro Real Valladolid está ‘malito’, pero es bueno recordar quiénes fuimos para tomar impulso y volver a ser ese referente que es en todos los pueblos del mundo desde que la Football Association creó aquellas reglas de la escuela de Cambridge.
Por eso los futboleros vallisoletanos en estos momentos de desasosiego debemos defender –siempre desde la humildad– los valores de nuestro juego (al ser muchos y variados los dejo para otro capítulo). Nada ni nadie nos puede hacer sentir vergüenza del deporte que practican y disfrutan en todos los rincones del mundo millones de personas como nosotros.